Falta de timing y desconfianza

Carlos Risso

por Carlos Risso

lunes, 27 de octubre de 2008

En nuestra última nota de opinión hacíamos mención a la crisis mundial referenciándola a que los poderosos también las tienen y en el caso presente de los Estados Unidos quedaba demostrado la falta de confianza que había en los mercados más allá de cualquier medida que se pudiera tomar ó más allá de los miles de millones de dólares que se podían invertir. La credibilidad era el elemento esencial a recobrar para intentar remontar este mal momento de los mercados mundiales.

La Argentina, amplia conocedora de crisis que casi sin solución de continuidad se renuevan más ó menos cada siete años: 89/95/2002 por citar las generadas en estos últimos 20 años, parecía para muchos ó muchos la hacían aparecer, como alejada esta vez de cualquier contaminación y que por fin la vacuna de la prevención la había inmunizado ante cualquier tipo de brote epidémico.

Sin embargo, algo iba a pasar ó íbamos a encontrar ó a provocar para que la crisis internacional se nacionalizara ó se estatizara y pasase a ser una vez más patrimonio nacional. No era posible escaparle a la tormenta en pleno vuelo y sólo sentir pequeñas “turbulencias que no iban a alterar el normal desarrollo del mismo” como suelen decir las azafatas ante el mirar nervioso de los pasajeros. Teníamos que ponerle nuestro sello. Y no tuvimos mejor idea para ello que forzar a la crisis a hacer un aterrizaje de emergencia en nuestro país para poder analizarla con mayor detenimiento, para entenderla mejor, para agregarle todos nuestros conocimientos, para pasearla con satisfacción y poder decir orgullosos: “ahora esta crisis es nuestra”.

Parece a propósito a veces la facilidad con la que nos creamos los problemas y la gimnasia que se tiene para sobrellevarlos. Desarmamos en horas un call center de venta de tarjetas de crédito por otro de recupero de carteras, ó pasamos vertiginosamente de la euforia a la decepción y viceversa de la misma manera que cerramos un local de comidas rápidas y pasamos a uno de venta de celulares en menos de 24 horas.

Así parece marcado nuestro destino y nos empeñamos en no cambiarlo y hasta pareciera que en este camino es donde más cómodo nos sentimos.

La crisis mundial ya estaba instalada y la Argentina empezaba de alguna manera a sentir los efectos de la misma. En mayor ó menor medida el crecimiento de la economía se había desacelerado, el consumo entraba en una meseta que lentamente comenzaba a declinar, la construcción, refugio de inversores en los últimos años ya no hacía pie y el número de escrituras disminuía mes a mes aunque los precios todavía no cedían lo esperado ante esta situación.

Pero en este contexto de incertidumbre generalizada y de dudas superlativas, faltaba el toque de distinción, aquel que nos identificara y nos hiciese ver diferentes, aquel que por si mismo pudiese tirar abajo la defensa sólida ó precaria según el punto de vista de cada analista, pero defensa al fin que exhibíamos, aquel que terminase de correr al inversor desprevenido que pudiese llegar por estas tierras, viendo como la seguridad jurídica una vez más era sobrepasada por la voluntad del gobernante de turno.

Y en medio de este temblor alguien tuvo la brillante idea de elevar al congreso el proyecto de estatizar la seguridad social, y no por una necesidad de caja sino por cuidar los ahorros de los futuros jubilados, según abogan sus defensores.

Ni siquiera nos vamos a poner a discutir si el argumento es creíble ó no, porque es un tema que llevaría mucho tiempo analizarlo si lo queremos hacer objetivamente y sin intereses de ningún tipo, como siempre lo hacemos.

Lo más llamativo desde nuestro punta de vista, es el la falta de timing para darlo a conocer.

No es este el momento. No están dadas las condiciones ni económicas, ni sociales ni políticas para poner sobre el tapete un tema urticante que invade el ámbito privado y que inclusive ignora el deseo de la gente que firmó un pedido en su momento para pasarse a una jubilación privada porque no creía en la pública.

Hay mucha plata en juego y en medio de una crisis que restringe recursos, es toda una tentación y una gran interrogante para los mercados que desconfían del verdadero motivo que llevó al gobierno a presentar tal proyecto.

Una vez más la Argentina rompe las reglas de juego sin medir sus consecuencias. Y esta es la principal falencia para señalarle al gobierno y a quienes asesoran a la presidenta, que son quienes más deberían esmerarse en cuidarla tanto interna como externamente sin exponerla a lanzar proyectos inconvenientes muchos de la cuales ya se saben que van a golpearla fuerte en su ya alicaída imagen.

En los últimos dos meses la presidenta dio respuesta a tres temas cruciales: la deuda con el Club de Paris, la reestructuración de la deuda con los bonistas que habían quedado fuera del canje del 2005 y ahora la estatización del sistema previsional. Ninguno de los tres los pudo capitalizar positivamente. Ninguno de los tres causó el efecto que el gobierno pretendió dar con ellos.

¿Son sólo golpes mediáticos? ¿Ó acaso, la necesidad imperiosa de dar noticias presumiblemente positivas lleva a equivocar el timing de lanzamiento de las mismas, su armado y su prolijidad?

Creemos que esto último explica sólo una parte del problema. Se falla en el timing de la noticia. Se da cuando no es el momento preciso. La presidenta sale a defender proyectos definidos en una órbita muy privada, demasiado cerrada, los cuales debieron plantearse mucho antes, en otro contexto tanto internacional como local y no justamente ahora donde las necesidades y las prioridades son otras. Por un lado aparecemos ante el mundo haciéndonos cargos generosamente de nuestras deudas olvidadas y por el otro estatizamos la previsión social con una celeridad que levanta un halo de sospecha por la necesidad imperiosa de la famosa caja.

Pero a la falta de timing hay que agregarle otro ingrediente, aquel que minimiza lo importante, que hace débil lo que uno cree fuerte, que hace inútil cualquier esfuerzo sin imponer la fuerza y que destruye el poder de la palabra sin pronunciar una sola sílaba. Es la falta de confianza y cuando ella se pierde, es muy difícil volver a recobrarla.

Y en esto los argentinos le hemos dado vuelta la cara al mundo varias veces sin medir sus consecuencias y así lo demuestran hoy los mercados mundiales y el argentino en particular. Por eso cae la bolsa, los títulos, sube el dólar y se dispara el riesgo país. Se perdió la confianza, así de simple, y en tanto nos sigamos equivocando lo vamos a seguir pagando caro.

Hasta la próxima