Las crisis son también patrimonio de los poderosos

Carlos Risso

por Carlos Risso

martes, 07 de octubre de 2008

La crisis que está viviendo el mundo financiero desde hace más de un año todavía está muy lejos de solucionarse y peor aún, es incierto el saber como quedarán afectadas cada una de las partes involucradas en el mismo.

El detalle de la crisis, sus comienzos allá por mediados del 2007 con las famosas hipotecas sub prime, las idas y venidas posteriores, las ayudas financieras por parte del gobierno americano a cada uno de los que iban pidiendo asistencia excepto a Lehman Brothers que dejó caer para que sirviese de ejemplo y terminó como un bumerang contra su propia disciplina, hasta este desesperado pedido del mismísimo presidente Bush para que se aprobara el paquete de ayuda financiero sobre el fin de esta semana, no es el tema de este comentario. Para ello, los economistas de todo el mundo nos aclaran al instante y con lujos de detalles los pormenores de la misma.

Nuestra intención es pretender de ser posible dar una mirada más hacia el futuro, hacia esa especie de nube ennegrecida con viso de tormenta indescifrable en cuanto a su poder destructivo que envuelve a todo el mundo financiero y que genera miles de vaticinios.

Las preguntas que nos hacemos todos son: ¿Qué pasará con los Estados Unidos luego de esta crisis? ¿seguirá siendo la gran potencia mundial? ¿será el fin del dólar como moneda de referencia en el comercio mundial? ¿habrá un nuevo ordenamiento mundial a nivel financiero post crisis?

En primer lugar debemos aclarar que no hay respuestas únicas ni definitorias, sino diferentes puntos de vista de una realidad que tiene muy escasos modelos identificatorios con otras crisis con lo cual a esta la hacen en algunos casos inédita.

La primera definición que se me ocurre es que los Estados Unidos difícilmente vuelvan a ser y a tener la misma reputación, la misma credibilidad y hasta peligre la preponderancia de autoridad financiera que gozaron hasta el presente.

Y esta definición no está envuelta en matices políticos de ninguna índole. Creo que para analizar fríamente los acontecimientos que estamos viviendo nos debemos despojar de los siempre presentes sentimientos pro y contra americanistas del norte, porque de lo contrario nos estaríamos haciendo trampas al solitario para torcer un análisis serio y creible.

Creo que Estados Unidos cometió el gran error de subestimar un problema que más tarde se le transformó en una gran crisis mundial, y eso lo va a pagar caro en el futuro. Dejó por el camino gran parte de su prestigio. Creyó que su poderío económico, que su grandeza de primera potencia mundial la ponía fuera de cualquier descontrol financiero y la hacía inmune ante cualquier desacople que sus propios errores financieros le pudiesen acarrear. Se sintió tan invulnerable, que nunca pensó que las penurias que otros vivieron por cometer iguales ó parecidos errores, se le podían replicar. Y lo empezó a sentir y a sufrir lentamente, lamentablemente muy lentamente, y fue tomando conciencia de la gravedad de la situación y a darse cuenta que sus errores comenzaron a perjudicar a terceros, porque hoy el mundo tan globalizado casi es uno sólo en muchos aspectos y las malas decisiones de unos hacen mella en otros por más alejados que geográficamente se encuentren.

Los Estados Unidos hoy sufren lo que nosotros sufrimos en varias oportunidades y aún hoy en algunos aspectos lo seguimos padeciendo mal que nos pese. Están perdiendo lo que siempre tuvieron: credibilidad. No alcanzan las palabras ni los millones ó billones ó trillones de dólares que se vuelquen al mercado para dar credibilidad al sistema cuando lo que falla es otra cosa. El poder del nombre y la fuerza del dinero se agotaron ante la impericia que mostraron al subestimar el origen de la crisis. Y la falta de credibilidad, verdugo de mil batallas fuera de sus fronteras hoy se metió en sus entrañas para mostrarles una cara que nunca quisieron ver, pero que iguala aunque sea por un instante las miserias de débiles y poderosos. Nadie quiere que a los Estados Unidos les vaya mal, porque en ese mal nos involucramos todos. Todo lo contrario, si tal vez esta crisis importada nos agarra en el momento en que menos la deseábamos y la merecíamos. Ya bastantes tuvimos por nuestros propios errores que no hubiésemos querido jamás padecer otra ajena a nuestros descalabros.

Definir quien será el nuevo líder del ordenamiento financiero mundial es algo mucho más profundo y que merece un análisis más elaborado, más aún cuando todavía la gran preocupación pasa por darle un corte a esta difícil situación que se está viviendo. Veremos de aquí en adelante un período de recesión, de reordenamiento interno de cada uno de los países afectados en mayor ó menor medida por la crisis, y de reordenamiento externo, en donde Estados Unidos, Europa y Asia vayan jugando sus cartas para ir descubriendo el juego del otro, sabiendo que ninguno de ellos tiene todas las cartas ganadoras y por lo tanto, tal vez el final de la partida esté dando un ganador inesperado.

¿La moneda refugio y patrón mundial dejará de ser el dólar aunque nos cueste aceptarlo? ¿Ó será el franco suizo, el yen ó el euro?

El tema está planteado.

Hasta la próxima