por Carlos Risso
martes, 15 de julio de 2008
Todo muy triste. No imaginábamos ciento veinte días atrás que hoy pudiésemos estar así, inmersos en una confrontación tan absurda como irritante, tan impensada como lamentable, tan inimaginable como sospechosa.
Acaso vale recordar y sin tomar partido de la decisión, que todo esto arrancó allá por marzo, cuando el gobierno, de la mano de su entonces Ministro de Economía Dr. Martín Lousteau resuelve aplicar al campo un esquema de retenciones móviles por sobre el de retenciones fijas ya existentes hasta ese momento. El devenir de los acontecimientos todos lo conocemos. Idas y venidas, marchas y contramarchas, discursos, agresiones, y un conflicto que arranca por un tema económico y que se vuelve rápida y extrañamente a disputarse en el plano político y peligrosamente en el plano social. Para sumarle más incógnitas a este acertijo, acaso debamos mencionar al pasar la renuncia del ¿hacedor? de este entuerto, el Dr. Martín Lousteau al mes de haber impulsado este proyecto, una renuncia bien recibida y aceptada por ambas partes que veían caer a quien les había provocado el mayor desencuentro de los últimos tiempos. Sin embargo, a pesar de, todo siguió progresando amenazantemente hasta alcanzar ribetes aún desconocidos, pero con algunas interrogantes que lejos quedaron de aclararse. Si el Dr. Lousteau renunció y su renuncia aceptada, es porque su figura no era bien vista ó no quedó bien parada en el gobierno después de su lanzamiento de mayores retenciones; pero, su plan siguió firme, con lo cual cabe pensar que el proyecto no fue una “patriada” del joven economista sino el pensamiento del propio gobierno, con lo cual aquí surge una segunda reflexión: ¿porqué se despidió al Dr. Lousteau entonces si nada se cambió desde su salida en lo que respecta al tema en cuestión?
Pero, esto en definitiva no serían más que interrogantes ó reflexiones hasta casi anecdóticas si no le sumásemos día a día nuevos capítulos llenos de un talento perverso, de una metódica e irrenunciable búsqueda de perimidos argumentos, disfrazados en el protagonismo de viejos actores, para que unos pocos titiriteros monten la obra dramática más vergonzosa y bochornosa a punto de estrenarse.
Se paralizó un país ya hace ciento veinte días y difícilmente después del miércoles vuelva a la normalidad. Unos y otros nos pusieron en la cabeza que lo importante era dialogar, consensuar, pero en el fondo la única obsesión era y es ganar.
A una carpa se le gana con dos carpas, a una marcha se le gana con otra mayor marcha, donde uno dice que van cien el otro dice que van doscientos, habrán dos actos a la misma ó a distinta hora para saber quien tiene más poder, quien grita más, quién impresiona más y hasta quien asusta más. ¿Y la razón? ¿Y el diálogo?, ¿y el consenso?
Todos vamos detrás de un gran circo montado en barrios diferentes, en donde flamean las mismas banderas patrias, se entona el mismo himno que nos emociona a todos por igual, las consignas de ambos “son para el bien del país”, pero se grita traidor al ¿hermano enemigo? y ya no importa cual fue el motivo por el que se llegó hasta acá, ahora lo único que vale es ganar y cuanto más le duela la derrota a ese adversario absurdo que osó enfrentarse, mejor. ¿Y la razón? ¿Y el diálogo?, ¿y el consenso?
Nos estamos acostumbrando a mirar y valorar todo, sólo desde el umbral del ganador, no importando como se gana y que se gana, sólo si se gana, cuando realmente debiera preocuparnos saber como hacen los países verdaderamente exitosos para crecer y meterse en el mundo.
A ellos les importa el como y en que. A nosotros a quien.
A ellos no le interesa ganarle a alguien en particular, sino que su preocupación es saber como: ganar más mercados, generar más recursos, mejorar su imagen, atraer más inversores, para lo cual se preparan en que: se debe invertir, en que se debe crecer, en que se deben poner los mejores esfuerzos, en que se deben superar, en que deben mejorar, etc.
Para nosotros, nuestro desafío es a quien le ganamos y si no es alguien de afuera entonces lo buscamos adentro, pero alguien deberá ser el enemigo a vencer. Y esto le cabe a todos por igual.
Lo dramático de esto será explicarle a las próximas generaciones y a la historia misma, que este problema nos lo generamos nosotros mismos y eso es penoso, porque no podemos culpar a otros de nuestras desventuras. No fue el mundo esta vez quien directa e indirectamente nos llevo a este momento. No hubo ningún factor externo que minara la paz que teníamos hasta hace apenas cuatro meses. A nadie ajeno a nosotros mismos podremos facturarle el costoso precio que estamos pagando por absurdas decisiones.
A la gran mayoría de los hombres y mujeres que viven en esta bendita tierra más que saber quien tiene o deja de tener razón en este conflicto, porque como en toda disputa ambos la tienen y ambos también en algún punto la dejan de tener, les interesa que el conflicto termine y termine bien. Que de una vez por todas y para siempre se de vuelta esta triste pagina y se privilegie la razón, el sentido común, la humildad y el respeto por un pueblo atrapado en el descreimiento de toda clase dirigente sea política o gremial.
No sigamos este camino de desencuentros porque vamos a quedar solos, sin nadie de y a quien quejarnos y a un paso del abismo. Quienes nos llevaron hasta este punto deberán hacerse responsable del momento y evitarnos el mal paso.
Que alguien se ilumine y cambie esta triste historia.
Hasta la próxima.
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