Déjenme creer

por Carlos Risso

lunes, 19 de noviembre de 2007

Que fenómeno tan increíble se ha producido por estas latitudes que la verdad la tienen todos y no la tiene ninguno; que nos pasó a uruguayos y argentinos que una planta de celulosa pergeñada por europeos e instalada en nuestro suelo americano nos divide de una manera cada vez más dolorosa y cruel; como pudo ser que quienes debieron buscar un camino de diálogo y de conciliación nos llevaron al desencuentro y a la desconfianza.

Es triste y lamentable que dos países cuya máxima rivalidad fue un evento deportivo ó saber si Gardel es rioplatense ó francés, tengan hoy que convivir con el temor de no saber como termina un conflicto que en el mientras tanto acumula rencor, bronca e impotencia entre dos pueblos verdaderamente hermanos como ninguno en el mundo.

Cual es la verdad, quien la tiene, no interesa. Cada uno a su manera cree tenerla y aunque muchos se hagan los distraídos y sigan queriendo ignorar la hora, estamos inmersos en un estado de posibles desbordes emocionales de ambos lados que nunca los hubiésemos querido tener.

La gente de Gualeguaychú cree en la contaminación, se aferra a su verdad y la defiende. No le importa el más ó menos daño que le puedan provocar a quienes necesitan cruzar ese puente que une dos países hermanos de sangre porque nada es más fuerte e importante que el sufrimiento que sus hijos y nietos van a padecer cuando la planta esté en pleno funcionamiento. Es su verdad.

La otra verdad es uruguaya cuando se afirma que las papeleras no serán contaminantes y créame que aunque quien suscribe esté lejos del pensamiento ideológico del Dr. Tabaré Vázquez estoy seguro que lo dice convencido desde sus entrañas de tal aseveración.

En medio de la controversia, el gobierno argentino, pasivo al principio creyendo que el paso del tiempo decantaría el conflicto, sin asumir el rol protagónico que debería haber tomado y activo al final intentando mostrarse cerca del pueblo entrerriano en un último esfuerzo por mejorar su débil imagen en este asunto.

Ahora, la Argentina y Uruguay miran a La Haya, mientras Gualeguaychú mira la chimenea de Bosnia.

Cual puede ser el fallo que termine con el diferendo?. Ninguno.

Ni aún aquel que se vea beneficiado por un dictamen favorable podrá tomarlo como un éxito.

“Es un triunfo de la racionalidad sobre los apasionamientos” dijo el Ministro de Medio Ambiente uruguayo Mariano Arana en la puesta en marcha de la pastera finlandesa en Fray Bentos.

Lo siento Sr. Ministro, pero si una palabra no se debería pronunciar en este litigio es justamente “triunfar”, porque hoy por hoy todos perdimos, perdimos familias, perdimos amigos, perdimos la frescura del enojo bien intencionado de hermanos, perdimos la esperanza de volver a ser como antes.

Creo que ambos gobiernos no supieron ni saben como resolver el conflicto

Pasaron dos largos años donde ni la soberbia, ni el orgullo, ni la tozudez, ni las amenazas sirvieron y ayudaron en la controversia; se necesitaba de la grandeza y la humildad de los que realmente se saben y sienten Grandes para dar el primer paso al dialogo.

Una sola gota de sangre derramada por este conflicto será testigo de una historia negra escrita sobre las espaldas de cada uno de los que gobiernan cada país, desde los presidentes hasta aquellos que desde lugares jerárquicos no supieron ni quisieron resolverlo. Fue más fácil responsabilizar al otro que aceptar sus propias miserias.

Los hombres y mujeres del Uruguay y La Argentina tenemos historias comunes, compartimos los mismos gustos, nos reímos y lloramos por las mismas cosas, hasta en tantísimos casos nos corre la misma sangre, y jamás perdonaríamos que el Rio Uruguay más allá de la contaminación que pueda o no provocar Botnia, se tiña de sangre inocente.

Creo en la gente de buena fe, creo en el respeto y el cariño entrañable de pueblos como Gualeguaychú y Fray Bentos hoy incomunicados pero incapaces de olvidar que hace más de treinta años colocaron un puente por sobre el Río Uruguay para estar más cerca; déjenme aferrarme a la creencia que la cordura primará sobre la pasión aún ante el fallo desfavorable a una de las partes; déjenme creer que a pesar de gobernantes más preocupados en seguir ocupando cargos públicos y de acercarse a la gente por demagogia e interés electoralista que de solucionar los verdaderos problemas, podremos seguir viviendo en la paz y la tranquilidad que esos territorios nunca debieron perder; déjenme soñar para que el famoso “ya nada será igual” por una vez aunque sea no se cumpla.

Hasta la próxima