Siempre hay un porqué

Carlos Risso

por Carlos Risso

martes, 31 de julio de 2007

Ejemplos de vida, de esfuerzo, de entusiasmo, de lucha, de amor, sobran, y cada uno de nosotros podrá ejemplificarlos en muchos de quienes nos rodean y vivieron y viven a diario tratando de sobreponerse a la injusticia, a la desigualdad, a la impotencia, al fracaso en pos de un mejor mañana para ellos ó para sus hijos.

El mundo convulsionado desde siempre, nos devuelve permanentemente imágenes de desastres naturales que alteran no sólo la geografía y la economía de los pueblos, sino la vida de quienes lo sufren y los lleva a esfuerzos enormes para recomponer casas, fábricas, hospitales, caminos, pero fundamentalmente a sobrellevar la pérdida de seres queridos.

Por estos acontecimientos a veces previstos y en otros sorpresivos los países demoran años en reconstruir lo dañado materialmente, pero no recuperan jamás lo que a nivel de vidas humanas se llevaron.

Las familias se desintegran, el agua ó el fuego ó un terremoto se llevan hijos, madres, padres, abuelos. Ya nada es como antes, pero no hay un enemigo visible, no hay un responsable directo, la causal del desastre es la naturaleza y contra esa fuerza el ser humano no puede hacer nada.

Las víctimas se lloran en la impotencia de no encontrar un culpable de carne y hueso para pedir justicia.

Pero hay otro desastre que no es natural y que provoca destrucción y muerte: la guerra.

Con enemigos visibles, con responsables directos, con ejecutores detrás de una misión que les fue encomendada y que deben cumplir sin saber ni definir si es la correcta.

La destrucción material y la economía se reconstruyen en años igual que en el desastre natural, pero las vidas humanas que se llevaron, a la inversa de lo natural, sí tiene enemigos visibles, hay responsables directos y la venganza tiene a quien enfrentar.

Quienes sobreviven una guerra y las nuevas generaciones difícilmente perdonan a los provocadores de la destrucción y no se preguntan quien tiene la verdad porque será muy difícil encontrarla en la ceguera mental y psíquica que provoca el dolor de la pérdida del ser querido.

Este comentario sin ninguna connotación política busca reflejar el ejemplo de querer vivir, de sobreponerse a un pasado traumático, a un presente caótico, triste y desesperanzado sin pensar si el futuro ya no lejano, sino el inmediato los tendrá siquiera con vida.

“Irak ganó por primera vez en su historia la Copa Asia de fútbol al derrotar a Arabia 1 a 0 en Yakarta. El seleccionado iraquí estuvo integrado por jugadores chiitas, sunitas y curdos”. Las calles de Bagdad se llenaron de fanáticos festejando al grito de Dios es grande!!!.

El fútbol logró hacer festejar a un pueblo devastado. El fútbol logró unir fuerzas antagónicas. El fútbol hizo sonreír aunque sea por un rato a un País que hace mucho tiempo sólo sabe llorar

Cuando leía la noticia, mi mente viajó miles de kilómetros y me metí entre su gente para vivir su alegría, su grito de euforia, su rebeldía por sobreponerse al temor y a la angustia.

Mientras saltaba pensaba en esos jugadores que perdieron por lo menos un familiar en la guerra, en sus sueños, cuales serán me preguntaba y recordaba a aquellos por estas latitudes que no quisieron jugar la Copa América porque estaban cansados.

Como se hace para vivir esa euforia y no mirarle las caras a esos niños que mañana saldrán a la calle imitando a su Maradona y chocarán con la realidad de un tanque apostado en la esquina, ó con una bomba que explotará muy cerca de ahí y tal vez frustre su gol soñado.

Ejemplo de vida ó inconciencia ante la desesperación de la frustración. No sé, pero que notable y loable voluntad de disfrutar, de gozar aunque sea por un rato de un pueblo herido, quebrado hasta internamente, sufrido desde siempre y con un presente que no encuentra paz y casi vive sin esperanza.

La guerra, que trajo destrucción y muerte, no pudo, por lo menos durante noventa minutos, callar el grito eufórico y triunfal de grandes y chicos, de chiitas, sunitas y curdos que enfrentados entre sí y con el enemigo, encontraron un momento para el abrazo fraternal, sin reproches ni revanchas, sólo unidos por el amor de su país victorioso.

Bien vale la pena detenerse un rato para mirar a los costados para darse cuenta de otras realidades, crudas, duras, dramáticas y que sin embargo nos dan ejemplo de que siempre hay un motivo para seguir, siempre hay un porqué, por más negro que esté el presente.

Hasta la próxima.

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