El valor de la palabra

Carlos Risso

por Carlos Risso

viernes, 22 de junio de 2007

Es imposible concebir comprar ó vender algo sin un contrato que lo avale.

A nadie se le ocurre comprar un inmueble ó un auto y tomar posesión de ellos sin haber pasado antes por una escribanía y dar validez a toda la documentación presentada para cumplimentar la operación.

Más allá de la buena fe y de la credibilidad de los actores presentes en cualquier operación de este tipo, no se habrá dado por cerrado ningún trato, aún con conocimiento de las partes, sin que antes no haya intermediarios profesionales que refrenden por escrito todo aquello que se haya dado por válido a través de la palabra, el apretón de manos ó cualquier otra manifestación de conformidad.

Sin embargo, los mercados financieros en general y el mercado de cambios en particular en el orden nacional e internacional, gozan del privilegio de tener el arma más importante del ser humano a la hora de cerrar sus operaciones: la palabra.

Cuando un operador A resuelve comprarle a otro B, una cantidad determinada de dólares a cambio de una de euros, por ejemplo, el contacto es muchas veces telefónico, sea a través de una mesa de operaciones con línea directa ó de una línea externa con una llamada común. Y la operación se concreta cuando ante el pedido de cotización de A, y la puesta de cotizaciones de B, A responde “te compré”. Esos segundos que pasan en ese ida y vuelta entre operadores es su momento más sublime, en donde están tomando decisiones y posiciones, en donde el criterio, el sentido común, la profesionalidad y la propia reputación van de la mano y con la misma fuerza del “te compré” ó “te vendí”.

No hay nada escrito, es palabra contra palabra, A sabe que le compró a B, y B sabe que le vendió a A. No importa como va a evolucionar el mercado, no importa que resultados tendrá cada uno con la posición tomada, no importa los motivos que llevaron a uno a comprar y el otro a vender, sólo está claro que hubo una operación y que la palabra fue la única testigo de la misma.

Vendrá después toda la artillería de formalidades escritas que protegen y convalidan la operación, pero el momento mágico del cierre de la misma tuvo en la palabra de ambos operadores su más respetable aprobación.

Cuando mucho se habla en otros ámbitos de la vida del poco valor que tiene la palabra, y con la facilidad con que se niega lo que se dijo, ver que independientemente de los valores económicos en juego, en el ámbito cambiario todavía persiste la palabra inalterable en su significado de sus valores morales, no hace menos que hacernos sentir orgullosos.

Hasta la próxima.

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