"MINGO", POU, PRAT GAY... Y EL DUCE

Staff ZonaBancos.com

por Staff ZonaBancos.com

jueves, 06 de mayo de 2004

Los desbordes psicóticos del Dr. Cavallo no requieren prueba de ninguna especie. Todos recordamos sus quijotescas arremetidas contra la humanidad, que guiada por razonamientos propios de imberbes, osaba oponerse a su infinita lucidez. Algo similar sucedió con el Dr. Pou, cuando con ingenuidad sin par, intentó privatizar la función de prestamista de última instancia. Mientras la “claque” estallaba en aplausos, y el pope de la banca defendía su osadía a capa y espada, algunos tratábamos de difundir el final, que fatalmente, esperaba a esa y otras estupideces. Lo dicho permite inferir, que posiblemente, la presidencia del BCRA lesione la psique de sus ocupantes, haciéndolos presa de horribles influjos totalitarios. Aquellas vivencias colectivas, permiten fundar esta hipótesis con probada suficiencia.

Lamentablemente, debemos agregar a esa lista al Dr. Prat Gay, a la sazón en el cargo, y quien en una conferencia con empresarios y banqueros estadounidenses, se permitió oponer dialécticamente orden macroeconómico y seguridad jurídica.

En palabras de éste seudo burócrata, hay ocasiones en que el poder debe optar entre la salud económica y el Estado de Derecho; y naturalmente, siendo la primera un conjunto de entidades fácticas de inapelable dramatismo, la ciudadanía debiera tolerar, con paciencia y abnegación, que el príncipe defeque, no sin algún descuido, en sus garantías constitucionales. Eso si... ¡paral bien de la Patria!. Demás está decir que el silogismo es tan repugnante, como falsa la antinomia que plantea. Sin embargo, y pese a que su solo enunciado ofende la razón, un tratamiento más profundo del mismo puede brindarnos una enseñanza inestimable, sobre las convicciones últimas de nuestra elite dirigente. Veamos...

El derecho no es algo que el gobierno conceda a su antojo. Lejos de ello, es una calidad inherente a la condición humana, y por lo tanto, anterior al orden político. Y como la ciencia demuestra que la condición humana no puede suspenderse sin lesionar el orden social, del cual la economía es parte; debemos deducir, que contrario a los dichos del Dr. Prat Gay, toda lesión del Estado de Derecho produce efectos económicos nefastos.

Ahora bien, ¿podría tan ilustrado personaje desconocer la insensatez de sus dichos?. Indudablemente no. Lo que cínicamente pretende, es una defensa tan velada como infame de los excesos del positivismo jurídico. Excesos cada vez más frecuentes y que, cometidos por las más disímiles ideologías, postraron a la Argentina en la miseria moral y material que padece. No niego que en ocasiones excepcionalísimas, la autoridad pueda verse obligada a suspender el ejercicio del derecho; digo en cambio, que no puede conculcarlo, modificarlo a su antojo, ni diferir su goce ad infinitum. Y menos, con una regularidad hecha a la cínica medida de quienes usufructúan el poder.

En buen romance, lo que el Dr. Prat Gay avaló, es que reconozcamos al Estado un poder legal y fáctico suficiente como para imponer un orden incompatible con nuestra realidad material; y para que cuando la imposibilidad de financiarlo se haga presente, el Estado pueda apropiarse de recursos ajenos sin el más mínimo respeto por las garantías constitucionales. Como los dictadores romanos, que solían confundir el patrimonio de los particulares con el suyo propio... gracias a los oportunos procederes de la guardia pretoriana, claro.

¡Cuidado, los usos y costumbres arraigados en la casta dirigente, están más vivos que nunca!.

No podía ser de otra manera, habiendo el electorado ratificado que la impunidad puede perpetuarse si el nepotismo se usa con picardía. Eso no podemos evitarlo. Quienes legitiman un credo que permite a una camarilla explotarlos sin misericordia, garantizan la perpetuación del presente estado de cosas; máxime, cuando año tras año se agregan capas aluvionales de miserables, para quienes la comercialización del voto, es a la vez necesidad y negocio. ¿Qué hacer entonces?. En principio, dos cosas. Permítaseme exponerlas...

Primero, estar concientes de que la dirigencia no reniega de sus pecados, motivo por el cual, es probable que los repita. Es más, me animaría a decir que incuba nuevos. Esto requiere ser fríos y objetivos. A las patas de estos caballos, no podemos jugar todos nuestros recursos, ni hacerlo por plazos mayores a su efímera temporalidad administrativa.

Segundo, rezar para que el Dr. Prat Gay reflexione y corrija, o al menos restrinja, la incontinencia de su desatino. La humildad necesaria para hacerlo, sería una muestra de sensatez que lo distinguiría mental e intelectualmente de algunos predecesores suyos.