ALFONCINISMO, MENEMISMO, DUHALDISMO Y ESTO

Staff ZonaBancos.com

por Staff ZonaBancos.com

martes, 30 de marzo de 2004

Espero que no lo moleste mi calculado error ortográfico. Solo tiene pretensiones de licencia literaria...

Antropológicamente, nos distinguimos de otras especies porque somos capaces de capitalizar la experiencia. Nuestros sentidos y la lógica a priori nos permiten aprehender la realidad circundante. La memoria en tanto, hace posible recordar y repetir acciones previas, cuando se identifican situaciones análogas. Algunos van más allá. Aprenden de la experiencia ajena. No necesitan pagar los costos de su “primera vez”. Una observación o referencia sutil, les bastan para asimilar causalidades. Un general argentino, luego presidente de una conocida siderurgica, dijo: “En los negocios, como en la guerra, hay que aprender de la experiencia ajena; porque la propia, siempre es poca y llega tarde”.

Pero tratándose de argentinos, esa potencialidad desarrollada a pleno en lo individual, aborta en lo colectivo. Nuestra incapacidad para aprovechar experiencias propias o ajenas, habla de un sesgo institucional perverso, de un mal enquistado. Por haberlo analizado antes, no avanzaré sobre el particular en ésta ocasión. Solo pretendo destacar dos paralelismos, que avalan la conclusión expuesta.

Una vez más, el colapso energético ha pasado en Argentina, de negada hipótesis a desconcertante realidad.

No sería la primera vez que algo así altera un esquema político. El mismo Arnold Schwarzenegger gobierna California, en buena medida, por una crisis energética que se llevó puesto al anterior mandatario. Al igual que nuestros popes, el antecesor de “Terminator”, imaginó que la producción de energía era independiente de la previsión y las inversiones destinadas al efecto; y que en caso de colapso, bastaba racionar el fluido con la demagogia propia de quien se contenta con salvar la investidura.

Esa postura, adoptada durante la oscura noche duhaldista, fue ratificada por el orden transversal. Del demagógico congelamiento, se dijo mil veces que precipitaría esta circunstancia, y que su falta de equidad era absoluta. Hace más de dos años que los argentinos, miserables incluidos, cargan con costos que permiten medrar a empresarios beneficiados con transferencias tan monumentales como faltas de justificación. Quienes triplicaron su ingreso por producir transables, no tenían excusa para no abonar a pleno sus insumos; máxime cuando las empresas de servicios públicos habían ponderado en el mismo, un costo laboral irrisorio. No se pretendía el valor internacional de dichos commodities, sino que fueran compensados los mayores gastos; cosa que hubiese incidido alrededor de un 7% en la inflación, según “Annie” y su trouppe.

Pero el gobierno consideró aquello una injusticia, más dañina aún, que avalar el pleno impacto devaluatorio en la canasta familiar. ¿O necesito recordar que leche, harina, aceite, arroz o carnes fueron transados con una libertad de precios que enaltecería a la más rancia ortodoxia? ¿Qué hace a unos empresarios más dignos de consideración que otros?. Contrario a la mayoría, no creo en las ideologías. Un humilde conocimiento de la política nacional me lleva a conclusiones menos ideales.

Otro paralelo, es la abdicación de la responsabilidad pública cuando un privado puede cargar la culpa.

En este caso, el paralelo pertinente debiera establecerse usando como patrón al Dr. Pedro Pou, ex presidente del BCRA; quien expusiera una asombrosa teoría sobre el prestamista de última instancia, con cargo a la usura global. Tal idiotez, avalada por el CEMA y vitoreada por la “claque liberal”, argumentaba que al permitir el ingreso de entidades extranjeras de reputada solvencia, el BCRA las comprometía materialmente con ese bien público que es la estabilidad monetaria. La genial elucubración de aquella eminencia gris, permitiría que la caja de conversión nativa, a diferencia de otras, contase con prestamista de última instancia... ¡y además, con cargo al bolsillo ajeno!. Imaginaba el infeliz que si el esquema caía, podría salvar la ropa.

Solo Alicia faltaba en aquel País de las Maravillas...

En materia energética, el Dr. Lavagna repitió con ingenuidad aquella cándida experiencia. Es que el orden público, según lo actuado por el ministro, no debe conmoverse por carencias cuya responsabilidad pueda achacar al capital privado. No importa la escasez sino la culpa. Además, pareciera que la unilateral rescisión contractual, hubiese habilitado al gobierno para despreocuparse de las obligaciones que aquella normativa imponía al sector público. Al fin y al cabo, si la recaudación no les alcanza, se cae de madura la obligación mundial de aportar para que nosotros; los argentinos, prendamos la lamparita.

Durante los últimos años hemos sembrado viento. ¡Que cosecha se viene... ¿no?!.