por Staff ZonaBancos.com
viernes, 12 de marzo de 2004
No fue necesario el default con el FMI para llegar a la conclusión anticipada, de que: “...las ‘palomas’ impidan que la perturbación financiera contamine al comercio internacional; y ... los ‘halcones’ prefieran ocultar el ‘efecto vidriera’ que entre los demás deudores, puede provocar un defraudador consuetudinario...”. El repudio avanzó un paso más, de la mano de Mrs. Krueger y el gobierno argentino.
La elección de “Annie” obedece a su temor por la escasez de fondos...
Ella es una burócrata internacional conciente de que el patrimonio de la institución que la cobija, está al borde del colapso. Es que desde el “efecto tequila” las consecuencias de esta improvisada globalización financiera, han comprometido la capacidad prestable del Fondo. Estados dirigidos por políticos de una moralidad inversamente proporcional a su ambición, y directamente proporcional a su capacidad; recibieron empréstitos e inversiones millonarias, y sobre todo, superiores a la capacidad de pago que agregaban sus aplicaciones.
La banca devengaba millonarias comisiones sin riesgo, pues no le correspondía a ella avalar los resultados promovidos. Es que si los planes no resultaban, debía ser por causas menores y pasajeras, incapaces de afectar la calificada solvencia de los deudores. Nada que algo de fondeo complementario no pudiese subsanar. Tal temeridad acabó, como no podía ser de otra forma, en una insolvencia caracterizada por pasivos incompatibles con los ingresos de los prestatarios, en lo que hace a su monto, plazo y moneda.
Acontecido esto y con llamativa heterodoxia, la banca global exigía a los organismos una aplicación de fondos acorde con el bien público de la estabilidad; activo éste, que históricamente se dio de bruces con el libertinaje financiero. A aquella avalancha de capital privado, siguieron pantagruélicos “salvatajes”, que sin resolver el problema liberaron al sistema del pesado lastre. Pero un día... ¡se acabó la plata!.
“Annie” debió entonces denunciar el carácter inmoral del negocio y ponerle fin, ocultando así el agotamiento del dinero público. Los acreedores deberían asumir el quebranto, para que su conducta futura volviera a la prudencia de quien arriesga lo propio. Anhelaba un mecanismo que permitiera a los pasivos soberanos adaptarse a la capacidad de pago de cada Estado, sin perturbar al mercado y con cargo exclusivo a los prestamistas. Lo que “Annie” jamás calculo, es que a la inmoralidad del acreedor, podría seguir la del deudor.
Si el procedimiento se hubiese restringido a las falencias posteriores a la nueva doctrina, tal desborde podría haberse evitado; pero como dije, la caja colapsó antes. Además, la actual incapacidad yankee para aceptar la comunidad de algunos de sus intereses con los de la humanidad, y una generalizada atonía económica, consolidan ésta anorexia financiera, al impedir que los organismos sean capitalizados.
La elección del gobierno, obedece en cambio, al riesgo que le impone la abundancia de fondos...
Especialista en comercio internacional y de formación estructuralista; el ministro es ante todo un peronista, y por tanto, hombre práctico. Su experiencia como agregado ante organismos económicos de la UE, no le permiten engañarse. Sabe que la globalización financiera es un interés permanente del capitalismo, al menos, mientras la economía internacional se estilice con un gran deudor y varios exportadores netos que le proveen fondos. Vivir en Europa le permitió apreciar que Argentina quedo reducida a un tamaño microscópico, en que las reglas vigentes, anulan cualquier capacidad de regulación económica. Un país pequeño, estratégicamente despreciable, tecnológicamente atrasado, comercialmente primarizado y financieramente aislado; nada puede contra flujos financieros; que en las cuentas del capital internacional, podrían redondearse.
Por otra parte, es conciente del clamor político que condena a Argentina a ser cabeza de ratón, en tanto eso consolide el poder interno de la partidocracia. Es que los financistas de la coalición que asaltara el poder para poner fin al miserable interregno de la Alianza; exigen a cambio de su apoyo, una estructura de precios relativos cuyo sostén es incompatible con el ingreso de capital. Armonizar una economía pequeña y abierta, con una política monetaria activa y autónoma, fue el “magnun opus” del ministro.
Conciente de que la subvaluación cambiaria es incompatible con dicha afluencia, pero inhabilitado para restringirla formalmente; encontró un intangible capaz de obrar el milagro: institucionalizar la confiscación como herramienta financiera del Estado. Así el ingreso sería tan irrestricto como improbable. Lo hará en el ámbito internacional, repudiando la deuda y los contratos; y en el local, mediante una sentencia en que la nueva Corte, dará un giro de 180º y abrazará la pesificación, conforme la orden presidencial.
Las altas partes contratantes alcanzarán su objetivo... sin responsabilizarse de las consecuencias, claro.
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