por Staff ZonaBancos.com
martes, 03 de febrero de 2004
Estoy en deuda con mis lectores. ¿Qué debíamos esperar?. Permítame aclararle. Postulo que el ciclo económico argentino está determinado por la salud política del ejecutivo nacional y el balance de pagos. Veamos entonces...
El primero es tributario de la sociología nativa. No somos emprendedores. “Aseguramos el tiro” mediante el padrinazgo político. Como indicara en NATURALEZA SOCIAL...: “Este es el hecho que impide el desarrollo de la libre empresa en el país: la competencia no es la vía más económica para el éxito empresarial, porque exige inversión, tiempo y mejora perpetua. Una patente o renta legal es más barata, minimiza la inversión y el tiempo, y además, acota el riesgo”. El análisis sectorial, migra al terreno político.
Fiscalidad y la regulación económica, son sacrificados así, en el altar del “entongue” sin la más mínima hesitación. Va de suyo que de esa forma, el fisco no puede menos que abortar su neutralidad, no tanto a favor del desarrollo, sino para comprar el respaldo empresarial y popular imprescindible para retener el poder. La manipulación de los precios relativos refuerza el sesgo, no solo con cargo al presupuesto público; sino usufructuando lo ajeno con pantagruélicas transferencias de riqueza.
El segundo factor tiene una relación más estrecha con la economía. Es que medio siglo de destrucción monetaria no ha sido en vano. No es casual que los actos de nuestros representantes hayan suprimido un atributo crítico de la moneda: su uso como deposito de valor. Luego de lo vivido, es absurdo pensar en activos financieros argentinos de largo plazo. Es que los desbordes fiscales y la parafernalia regulatoria, requieren una monetización incompatible con la estabilidad. Por eso, toda estabilización del peso, fue ensombrecida por represión comercial, intereses usurarios o el sacrificio de la posición externa de la Nación. ¡¡¡Siempre!!!.
Monetizar divisas, sean comerciales o financieras, crea una circunstancia simbiótica que retroalimenta al poder. Los términos de intercambio y las condiciones del mercado internacional de capitales, constituyen el sostén de cualquier proyecto político local. Es por eso que si las condiciones externas son laxas y nuestra reputación es momentáneamente olvidada, nos volvemos genios de la finanzas; en tanto que si éstas se endurecen y reincidimos la defraudación, abrazamos el más rancio mercantilismo. Pendular...
Cuatro son entonces, los estados posibles: liderazgo o parálisis política, con o sin fondeo externo. A poco de analizar, verá que los períodos en que se consolida el poder con holgura en materia de divisas, marcan el ascenso cíclico; en tanto que la esclerosis política y divisas escasas, anticipan el cenit. Un marco externo apropiado sin poder, genera incertidumbre económica y frustración popular; en tanto que, un poder sólido pero externamente aislado, semeja una marcha forzada. Analicemos ahora la presente coyuntura...
La Alianza marcó el cenit de la adversidad. A una carencia de liderazgo innata, se sumó la huída del Prof. Álvarez; y más tarde, una derrota electoral en que la ciudadanía no solo repudió al gobierno. Además, un potencial comercial acotado por la convertibilidad, sumó un riesgo país en meteórico ascenso, determinando una cuenta corriente crónicamente deficitaria. Paralelamente, la cuenta de capitales mostraba una fuga que solo cesaría años después de la devaluación más impía de nuestra historia. Con ambos factores en contra y dogmatizando del régimen monetario, la hipótesis de default mutaba en destino inevitable.
El Dr. Duhalde y su trouppe, caracterizan una situación de elevado poder político con sector externo adverso. Sufre el ajuste comercial, que un exportador de alimentos logra mediante la pauperización del consumo; pero sin usufructuar el resultado, porque con el holocausto jurídico, destruye el capital que no expectora. Por otra parte, vuelto a la Tierra gracias a la bendita gira europea, debe pagar USD 4.500MM para que el FMI olvide sus desvaríos sobre el modelo malayo y la “alternativa Carbonetto”. Sumado esto a la falta de legitimidad propia del asalto al poder, debe irse en el apogeo de su éxito. Bauticé a aquella etapa “El Purgatorio”...
El actual Presidente surge de una restauración democrática. Si bien nace con una legitimidad enclenque, debida a un menemismo que no acepta su fracaso, y ratifica la demagogia duhaldista; tiene la ventaja de capitalizar: la vuelta a la civilización, un cese paulatino de la fuga de capitales, el desplome de la tasa de interés externa, el aumento concomitante de los commodities y una caída del dólar que al apreciar el peso, reconstruye la demanda local. Ambos impulsores del ciclo vuelven a encontrarse.
“La espera” rindió sus frutos. La convergencia de poder y divisas, estiliza otra ascenso. Lo empinado de la cuesta ha terminado. Quienes no perdieron su dignidad y patrimonio en el proceso, vindicaran lo acontecido.
El mejor de los mundos posibles, aparece radiante ante nosotros. Pareciera eterno...
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