LA VUELTA DEL MENEMISMO

Staff ZonaBancos.com

por Staff ZonaBancos.com

viernes, 09 de enero de 2004

¡No, no es lo que está pensando!. Eso es parte de un pasado que abortó al fracasar su restauración electoral. Pero la historia, que no sabe de identidades, enseña por analogía. Pretendo dejar constancia sobre la reincidencia en los vicios que nos llevaron a la actual postración. Nuestra ciclicidad, regida por el devenir externo, la ambición de nuestra jauría política y el azar, reproduce hoy, hechos acontecidos una década atrás. Verá que las semejanzas impresionan...

En ambos ciclos, el punto de partida tiene origen en las desventuras de un gobierno radical que fracasa. No importa que su protagonista sea el Dr. Alfonsín que “resigna el poder” en medio de una hoguera hiperinflacionaria, o el Dr. De la Rua, que en helicóptero, huye de la depresión y el caos. ¿Será casual que desde el advenimiento del peronismo, no haya gobierno de distinto origen político, que pueda terminar su mandato institucionalmente?. Los elementos económicos que acompañan estos desmadres son conocidos. Devaluación, inflación, colapso salarial, confiscación de activos líquidos, desmoronamiento de la inversión y una fuga de capitales que permite a la burguesía nacional, preservar “extra muros” el producto de su laboriosidad. El overshooting cambiario es concomitante, y en una economía que exporta alimentos, se refleja en la pauperización del consumo popular.

Luego alguien “descubre” que la sensatez tiene un efecto fiscal balsámico, he impone algún tipo de estabilización. Planchado el dólar, los precios son revisados a la baja al moderarse el “por si acaso” criollo, la caída de las tasas precede la apreciación, y algún desatesoramiento, recompone el gasto. No importa que el factotum sea el Dr. Menem, percibiendo a donde lo llevaba el monetarismo del Dr. Erman Gonzalez; o que sea el Dr. Duhalde, luego que su viaje a Europa lo rescatara para la civilización, y suprimiera la “alternativa Carbonetto”. Este es el punto de inflexión en que las finanzas recuperan un mínimo de racionalidad, y la política exhibe un derrotero no hostil a la especie humana. Y cuando Argentina renuncia a la locura, su secular bonanza retorna espontánea... ¡aunque cada vez más restrictivamente!.

La entronización del ascenso suele ser contemporánea a la reconciliación con el orbe; así lo testifican las series del balance de pagos, mostrando que es prácticamente imposible sacarnos un peso. Nuestras obligaciones se atienden solo cuando los términos de intercambio o la abundancia de capital lo permiten. De no ser así, se suspenden unilateralmente los pagos, que son restaurados cuando gestiones políticas y financieras aseguran el merecido “respiro”. No importa que sea el Plan Brady, obtenido como compensación de unas “relaciones carnales” que nuestro pueblo legitimara efusivamente en las urnas; o que sea un repudio útil para que el Tío Sam castigue un “moral hazzard”, que casualmente, lesiona con mayor intensidad a la UE. El cenit tiene lugar poco después, cuando el Estado retorna tímidamente, al mercado financiero.

Otra reiterada coincidencia, es que el despegue sea lubricado por favorables condiciones externas. No importa que en el pasado se usufructuaran por una capitalización de deuda con tasas de interés discretas e ideología privatizadora; y que hoy sea producto de un festivo default, y una laxitud de la FED que capitalizan los commodities gracias a tasas irrisorias en lo nominal y negativas en lo real.

Pero el rasgo dominante de nuestro ascenso es lo pantagruélico de la expansión fiscal. Al punto de exigir a la “contabilidad creativa” esfuerzos que permitan atenuar su titánica incontinencia. Es que como indicara años atrás en “NATURALEZA SOCIAL...”, el objetivo único de nuestra política es transar menor tributación o mayores transferencias fiscales o extrafiscales, contra el consenso político o la paz social que hagan posible su perpetuación. Por eso genera déficit crónico y aborta cualquier intento de fiscalidad anticíclica durante el auge. No importa que la partidocracia lo disfrazara ayer, computando las privatizaciones en el ingreso ordinario; ni que lo haga hoy, constituyendo fondos fiduciarios donde ocultar el gasto. Ni que lo haya complementado siempre, mediante la colocación compulsiva de una deuda que siempre deviene “nueva”.

Esto es lo que torna inmanejables las cuentas públicas cuando las condiciones externas, o la salud del poder, se tornan adversas. Es lo que impone cercenamientos del derecho que son imposibles de enmendar sin “operar sobre la Corte”, aunque el sistema republicano aborte. Los daños producidos suelen ser tratados como si la restricción presupuestaria, fuese una abstracción teórica inconducente. No importa que la necesidad política sea la “re-reelección”, o la construcción del orden “transversal”. A la larga, solo los imbéciles pagan...

“No nos importa lo que los hombres digan, tampoco nos importa lo que los hombres hagan, lo único que nos importa, es a donde, efectivamente, los conducen sus actos”, dijo Lenín.

¡Clarito, ¿no?!...