HEMOS VUELTO A LAS ANDADAS...

Staff ZonaBancos.com

por Staff ZonaBancos.com

lunes, 24 de noviembre de 2003

Ante tal laceración social, nos avergüenza reconocerlo, pero vivimos un período de gran bonanza.

La laxitud monetaria en nuestra divisa patrón, produjo una notable recuperación en el valor de los commodities exportados. Intereses irrisorios regaron capital por la periferia, goteando sobre nuestros atrasados activos. Sumado al consumo de capital que la política de ingresos impone, y a algún desatesoramiento de nuestra burguesía, bastó para recuperar alguna producción y apreciar notablemente el peso.

Lo habíamos anticipado en La espera 16 (*): “Me atrevería a decir que la FED antepuso el interés argentino, a la conveniencia del Tío Sam. Intereses irrelevantes, precios redituables y un default que nos liberaba de toda restricción financiera. ¿Recuerda una coyuntura tan idílica para la situación argentina?. No la olvide... ¡porque no será eterna!”.

Además, los ritos democráticos permitieron ocultar que el acceso al poder puede lograrse aquí, mediante la Carta Magna o con el uso de fuerzas de choque civiles. Tal olvido reconstruyó precaria pero favorablemente nuestra institucionalidad. La recuperación del ejecutivo, la hegemonía legislativa y la irrupción partidaria en el judicial, muestra que el péndulo pasó de la impotencia delarruista a la hegemonía de las facciones justicialistas. En Argentina existe poder político, más allá del juicio de valor que Ud. tenga sobre el mismo.

Postulo que el sector externo y la salud del PEN, son los elementos que moldean nuestro ciclo económico. La realidad ha ratificado tal teoría. El problema es que el sistema político no ha sufrido alteración alguna. Por el contrario, el electorado legitimó con fervor, las lacras institucionales que gestaron nuestro colapso. Conductas otrora señaladas como responsables de nuestra oprobiosa decadencia, vuelven a manifestarse con extrema virulencia y en una cima cíclica, aunque con otros protagonistas.

Con niveles de absorción insostenibles, la toma de conciencia de tal condición por extranjeros y compatriotas corta el fondeo y precipita la crisis. Los precios relativos se ajustan, y como la elasticidad-precio de las exportaciones es muy inferior a la elasticidad-ingreso de las importaciones, el equilibrio se estiliza con una caída de la absorción superior a la del ingreso. ¡Ahorro en la miseria y exportación chata!. Mantener el equilibrio fiscal requiere centrar la imposición marginal en los transables y licuar o diferir el servicio de deuda. Mantener el equilibrio monetario torna imprescindible confiscar todo excedente de liquidez y pulverizar el salario. Este es el mecanismo de estabilización nacional, aunque no sea aquel que los “gurues de la salvación” soñaran.

Debemos reconocer, sin embargo, que la devaluación real ameritaba una expansión exportadora mayor. Tal pensamiento era lógico y razonablemente esperable. Fue la incapacidad para articular una licuación en dólares la que destruyó el orden contractual; hecho este, que provocó una fuga de capital similar a la que sufrida con la dupla De la Rua-Cavallo... ¡aunque menos publicitada, naturalmente!. Esta fue la causa del aborto exportador. La migración de factores del sector interno hacia los transables fue imposible, porque Argentina expectoró el capital que no alcanzó a destruir.

Así, los ingresos detienen su caída donde el ahorro local o el saldo externo, el menor de ambos, pueda sostenerlos. Pulverizadas las importaciones y la inversión, el balance comercial excedió nuestras necesidades y migró en masa... ¡pese al control cambiario!. El producto fue determinado por un ahorro casi inexistente. Los precios en divisas se deprimieron hasta que sus “TIR en moneda dura” provocara la reversión. Un acuerdo con el FMI, inteligente pero inoportuno, provocó un desatesoramiento que sumado a la sustitución de importaciones (note la temporalidad de ambos sostenes), gestó una recuperación que en medio del desbarranque global del dólar, corrigió parte del “overshooting” apreciando el peso.

En este punto, y pese a lo pregonado por los “gurues de la salvación”, la política fiscal vuelve a ser procíclica. Las erogaciones públicas se expanden a tasas que superan el crecimiento económico o los recursos tributarios (limite lógico de la fiscalidad para una política exportadora). La nueva deuda pública, otrora el Leviatán de estos “gurues”, explota en un proceso de colocación coactivo, por la desconfianza en el orden público. Al proceso de apreciación de origen estatal, se sumará el privado. Se verá con dos hitos: un acuerdo mamarrachesco con los acreedores y un acercamiento mínimo de las transnacionales locales, al mercado de capitales internacional. La inversión crecerá más rápido que los recursos propios, reciclando una apreciación inherente a nuestra aversión al ahorro.

Si el ámbito externo es tan laxo como el actual, el movimiento será asimilado hasta “la toma de conciencia de tal condición por extranjeros y compatriotas”. Pero si algún hecho externo, tornase astringente el marco financiero mundial, el sector público y los restos del financiero sobrevivirían inicialmente, pero ¿que pasaría con la producción y el empleo?.

La historia, que enseña por analogía, ratifica nuestro conservadurismo. Hemos vuelto a las andadas...

(*) Consultar en www.laotraesquina.com.ar