LA VIGA EN EL OJO PROPIO...

Staff ZonaBancos.com

por Staff ZonaBancos.com

jueves, 06 de noviembre de 2003

Habitualmente compartimos temas de economía. No abandonaré la tónica, pero intentaré abordarla desde nuestras características colectivas.

Mis escritos resultan desagradables a muchos compatriotas. Creo que no soportan las consecuencias de nuestra conducta como electores y elegidos. Por suerte, las dos últimas décadas me eximen de toda prueba. En un siglo pasamos de potencia regional a Estado insignificante, con una “volatilidad” que nos llevó de modelo emergente a paria global. ¿Tendremos alguna responsabilidad? ¿Qué factores habrán cebado ésta tragedia?. Analicemos, porque vale la pena...

Una probable causal es nuestra propensión a las falsas opciones. La decadencia argentina nace con un poder elitista que colapsa sin integrar al pueblo en su proyecto; y termina con una degradación populista que reflota discusiones decimonónicas. Caímos en la antinomia maquiavélica de gobernar “para los señores” o “para el pueblo”, pese a conocer la insuficiencia de ambas alternativas. La complementariedad de una dirigencia que integre el apoyo popular sin demagogia, con un pueblo que acepte los límites del voluntarismo, siguen siendo un factor imprescindible y ausente para el éxito a largo plazo.

Otra pauta negativa, está dada por la ignorancia de los intereses nacionales permanentes. Decidimos como si todas las opciones fueran equivalentes. Como si no hubiese restricciones. Como si nuestra potencialidad ya estuviese desarrollada. No aceptamos que innumerables desatinos acotaron nuestros grados de libertad hasta un nivel imposible de trascender, sin un prolongado esfuerzo. Y para colmo, inmersos en la ilusión de ser una potencia frustrada por oscuros intereses externos, vivimos pendientes del que dirán; hecho que aumenta geométricamente las pendularidad política. Federales o unitarios, peronistas o radicales, civiles o militares, libres o laicos, liberales o dirigistas, yo o el caos. Negamos matices y circunstancias. Divide y vencerás...

Nuestra propensión al “sálvese quien pueda” merece un párrafo aparte. Somos una sociedad centrífuga, porque ante una crisis, la facción dirigente no duda en subordinar el interés general a su conveniencia inmediata. En buena medida, esto es producto de una sociedad desarrollada contra natura, donde algunos sectores son incapaces de sobrevivir sin privilegios legales. Tal parasitosis se mimetiza en la bonanza, pero en las malas, emerge con una agresividad que no trepida ante nada con tal de obtener el apoyo que garantice su existencia. En otras sociedades, la crisis abroquela. En Argentina, desata fuerzas que lesionan la integración social.

También operan como restricciones, conductas individualmente benéficas pero colectivamente suicidas. Hemos sustituido la competencia por el nepotismo; fundamentalmente, porque la potestad pública para alterar los ingresos relativos, es mayor que la aptitud moral e intelectual de quienes la administran. No hay control de calidad, porque la naturaleza del poder es operar sin limite inherente; y porque como sociedad, carecemos de valores permanentes. En tal ámbito, es inevitable que el lobby se transforme en un factor crítico del éxito. No hay facción política que no sucumba ante el “entongue”, sin importar que las duplas sean Menem - Soldatti o Duhalde - Gualtieri.

Estas actitudes impiden materializar un requisito fundamental para el desarrollo: la acumulación intra muros. Las atribuciones públicas y la calaña dirigencial, someten al fisco a presiones insoportables que imponen al presupuesto y la regulación, un oneroso sesgo expansivo. Como tal impulso supera la tasa de crecimiento real y la acumulación de liquidez, acaba necesariamente en licuaciones. Sin importar que éstas tengan ribetes hiperinflacionarios cuando hay libertad cambiaria, o naturaleza depresiva si el cambio es fijo. Lo importante es el ciclo: licuación, recuperación, crédito voluntario, endeudamiento forzado y colapso. Cuando el sistema político enfrenta dichas circunstancias, la destrucción de los activos financieros, es un requisito sine qua non para perpetuarse en el poder.

La competencia en materia de redistribución del ingreso adquiere ribetes de canibalismo social. Algo lógico cuando tiende a infinito. Si se tuerce el ingreso a favor de un sector por encima de la tasa de crecimiento, es inevitable que otro sector pierda ingresos, patrimonio o ambos. Limitar la imposición a una fracción del agregado pareciera una medida lógica; pero se torna inútil cuando opera en un ámbito legislativo, en que los niveles y formas de endeudamiento, parecen neutros respecto de la salud macroeconómica.

No niego nuestras virtudes. A mi entender, la creatividad y la capacidad de adaptación que desarrollamos para sobrevivir en éste aquelarre, son el reaseguro de nuestra proyección comunitaria. Solo aclaro que reincidiendo en las causas, es imposible alterar las consecuencias.