por Staff ZonaBancos.com
viernes, 03 de octubre de 2003
Un viejo adagio bursátil indica que “... cuando lo tiras de un décimo piso, hasta un gato muerto rebota”. ¡Pero no revive!, me apresuro a indicar. Esto condiciona el mecanicismo que muchos analistas preconizan. Quienes hayan estudiado la historia, especialmente la económica, saben que las naciones pueden quedar postradas por siglos... y aún morir. Nada es seguro respecto del futuro, pero la conciencia de vivir una situación terminal, no es un dato despreciable ni contraproducente. Previo a mi conclusión, es conveniente anticipar los riesgos que acechan el proceso.
AUTORIDAD INMORAL Y ANOREXIA EXTERNA
El título marca estos dos riesgos porque los ciclos argentinos han sido históricamente determinados, por el vigor del poder político y el favor del sector externo. Como la caridad bien entendida empieza por casa, analizaré primero el riesgo interno.
Torpe e improvisadamente, iniciamos una prolongada marcha sobre una cadena montañosa. Al final del camino hay un estado de desarrollo posible, tensionado por el potencial material y la conflictividad de Argentina. Desbarrancarse hacia cualquiera de los lados, podría llevar a la insignificancia nacional, cuando no al ocaso geopolítico.
Los argentinos nos hemos apartado progresivamente de la civilización. Hace décadas legitimamos, por acción u omisión, actos incompatibles con nuestra Constitución. Una dirigencia moral e intelectualmente incapaz, expandió su autoridad mientras eliminaba todo canal de acceso al gobierno que no podía socializar. Legitimamos una acumulación de poder ilimitado en manos inadecuadas. Tarde y careciendo de otros canales, un pueblo hastiado repudió sus obligaciones cívicas, e inició una protesta contestataria. Desafiar la ley era el único camino no traumático para acotar al poder. Una demagogia disfrazada de sensibilidad social y guiada por una ambición sin límites, es el común denominador de una dirigencia política cuestionada. El ejecutivo anhela la suma del poder público. El legislativo es un circo romano de los lobbies. El judicial le quitó la venda a la justicia...
Carente de institutos formales que limiten el aquelarre, las instituciones quedan a merced del poder fáctico y la ambición. Es probable que el abandono de nuestra pasividad, haya generado una presión autorrestrictiva en la clase política. Es posible pero improbable, que los intereses externos puedan limitar a una dirigencia que no hesitó ante el suicidio colectivo con tal de sobrevivir. Es imposible que una solución constructiva tenga carácter duradero si no se resuelve el desequilibrio entre poder y capacidad, porque eso es lo que resta proyección económica a un eventual “boom” financiero. Limitar el poder e imponer límites morales e intelectuales para el acceso al mismo, es una necesidad secularmente insatisfecha.
Analizaré a continuación el riesgo externo. Argentina ha destruido su moneda. El peso no es deposito de valor porque el Estado se apropia cíclicamente de la riqueza financiera. Esto circunscribe el crecimiento monetario al aporte del externo. Un balance de pagos favorable es la única forma genuina de lubricar el engranaje económico. Los términos de intercambio tendrán un derrotero favorable, que se prolongará tanto como la laxitud monetaria de la FED. La debilidad económica del mundo desarrollado limitará el valor de las importaciones, y tasas de interés que encubren un subsidio universal a las empresas, darán un estímulo al que no serán indiferentes los commodities que exportamos. Difícilmente tal escenario dure más que la campaña electoral yankee. La cuenta de capitales tendrá inicialmente una participación neutra, ya que Argentina limitará la amortización de obligaciones al sector privado, y diferirá temporalmente el inicio de su cumplimiento. Luego, flexibilizar y garantizar la repatriación de capitales, puede anticipar un reflujo de fondos que suavice el esfuerzo nacional y obre como reaseguro de la solvencia pública.
Por último, no debemos olvidar que la economía global está signada por desequilibrios significativos. En primer lugar, la recesión ha expandido los desequilibrios fiscales por doquier. El OCDE consume no menos del 4% de su ingreso en el sostenimiento de tales déficits. Esto crea un desplazamiento nefasto para la inversión, hecho que presiona adversamente sobre el empleo y la fiscalidad. Un aumento de la presión impositiva, puede ser en un futuro no lejano, una noticia festejada por los mercados de capital externos; así como el cierre de la brecha externa yankee, puede causar en una recesión, por ser esa, la principal vía expansiva del actual sistema monetario.
Concluyendo, afirmo categóricamente que pronto, un “boom” financiero puede tener lugar en Argentina.
Su materialización está directamente relacionada con los hechos anticipados que se ratifican a continuación:
1. Conformación de un poder ejecutivo homogéneo con soporte legislativo propio.
2. Decisiones públicas que no sean contrarias a la racionalidad macroeconómica.
3. Repudio velado del endeudamiento público y restauración de la propiedad privada.
4. Institutos que faciliten la repatriación de capitales con garantías públicas reales.
5. Reducción de las atribuciones del poder y mejoramiento de la calidad dirigencial.
6. Mucha suerte.
¡Ah!, y además de todo lo dicho el “boom” es posible porque Argentina, esta barata.
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