Una mano desea que los pesos circulen y otra que se queden en los bancos

martes, 26 de marzo de 2019

No hay muchas expectativas de que el ciclo de caída de consumo se revierta en el corto plazo.

El Gobierno habla de que este año tanto salarios como jubilaciones van a tener una mejora real, pero lo hace con una proyección de precios más conservadora de la que tiene el mercado en base a los tres primeros meses. Tampoco puede anticipar si ese pequeño saldo favorable (que tendrá impacto recién después de mediados de año) se volcará a la compra de bienes. Algunos lo destinarán a cancelar crédito caro, otros a seguir ahorrando en moneda dura. Pero hay un factor más que conspira contra cualquier rebote de este indicador: mientras una mano de la gestión Macri espera que los asalariados pongan sus pesos en circulación, la otra intenta perfeccionar la aspiradora monetaria para que queden bajo la forma de plazos fijos en los bancos y de esa forma no alimenten la inflación.

La gestión Cambiemos está atrapada en ese círculo. La mesa política reza para que los precios encuentren un freno y la tendencia se de vuelta. Antes de hablar de candidaturas y de que pasa si Cristina no se postula, la demanda de Vidal y Larreta a la Casa Rosada es que el circuito dólar-inflación deje de inundar la conversación cotidiana.

A la dupla Dujovne-Sandleris le cuesta cada vez más calmar la ansiedad de su propia tropa. Hay factores que no vieron venir (aún falta una alerta temprana), como la fuerte suba de la carne y la caída en la oferta de leche, que repercutió en toda la cadena láctea. La combinación de aumentos, sumada a las tarifas, puso en tela de juicio la eficacia de la tasa para combatir esta puja entre sectores por recuperar rentabilidad. Los empresarios prefieren ajustar stocks y no descapitalizarse antes que perder ventas. ¿Pero cuánta recesión debería haber para que dejen de aumentar? Si no aparece algún brote verde, al equipo económico le costará defender la parada.

Fuente: El Cronista