política cambiaria

La Fed en su laberinto El dólar caro complica a Yellen y hace pagar por años de emisión masiva

lunes, 16 de marzo de 2015

En los últimos diez meses, el dólar se apreció un 25% contra el euro y ya se acerca a la paridad. La Fed duda en qué momento subir las tasas de interés.

"El dólar es nuestra moneda, pero también es vuestro problema", la célebre frase que pronunció en 1971 John Connally, secretario del Tesoro de EE.UU., ante una delegación de políticos europeos, se está dando vuelta para convertirse en un verdadero dolor de cabeza para el gobierno estadounidense.

Si hace 40 años atrás el dólar se convertía en un "problema" para el resto del mundo (cuando el Presidente Nixon decidió suspender su paridad con las reservas de oro), hoy el problema pasó a ser doméstico. En los últimos diez meses, el dólar se apreció un 25% contra el euro y también contra las demás principales monedas, lo que comienza a quitar competitividad a las exportaciones estadounidenses y dificulta la decisión (largamente anunciada) de subir las tasas de interés de referencia por parte de la Reserva Federal.

Muchos analistas consideran que esta coyuntura de tipo de cambio bajo es la consecuencia directa de la política monetaria ultra expansiva que llevó adelante el organismo desde la crisis subprime a la fecha ("El dólar bajo se produjo por una decisión de la Fed junto a la inacción del Banco Central Europeo", sostuvo Eduardo Martínez Abascal, economista del IESE). Con sus programas de "Quantitative Easing" (QE), la Fed inyectó billones de dólares en la economía para evitar su colapso, tras la debacle del sistema financiero en 2008.

Si bien existe un debate entre los economistas respecto de si los QE fueron imprescindibles para reactivar la economía, la realidad indica que las cosas andan mucho mejor en EE.UU. que en el resto del mundo desarrollado. El PIB creció un 2,2% en el último trimestre de 2014 (luego de una espectacular suba del 5% en el tercero) y se espera un crecimiento del 3,6% durante 2015 (según datos del FMI), algo que sonaría a música celestial en la maltrecha zona euro, todavía con problemas para salir del estancamiento económico. Mientras tanto, el desempleo alcanzó un 5,5% en febrero, el nivel más bajo desde principios de la crisis subprime.
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Cuando Ben Bernanke, ex presidente de la Fed, lanzó en noviembre de 2008 el primer programa de expansión monetaria (QE1), muchos lo criticaron por el impacto inflacionario que esta medida generaría. Hoy, con un IPC anual negativo (-0,89%, también impulsado por la baja del petróleo), este riesgo parece remoto. Pero lo que sí se comprueba es cómo el QE comienza a impactar negativamente en el tipo de cambio.

En realidad, los tres programas de QE permitieron que no se cerrara el acceso al crédito, pero también ayudaron a depreciar el dólar de manera muy significativa. Medido en euros, tras el anuncio del QE1 el tipo de cambio se desplomó un 20% en tan sólo un mes. Y se mantuvo cercano a u$s1,50 por euro hasta mediados de 2011, lo que ayudó a impulsar las exportaciones de compañías estadounidenses y a generar más crecimiento.

Si una política monetaria tan expansiva provoca naturalmente una depreciación de la moneda (porque ésta pierde valor y además porque el banco central lleva sus tasas de interés de referencia cercanas a cero), la consecuencia indirecta de esta medida es que el resto del mundo no se queda mucho tiempo de brazos cruzados. Y sobre todo si quien la aplica es una de las dos primeras potencias económicas mundiales. De ahí que los QE terminaron haciendo escuela en numerosos países desarrollados y emergentes, donde los bancos centrales se enfrascaron en una serie de devaluaciones competitivas que recuerda mucho a la crisis de 1929.

El resultado de esta guerra de monedas está a la vista: el dólar no para de apreciarse contra las principales divisas mundiales, alcanzando valores que no se veían desde hace 12 años y que lo aproximan a la paridad contra el euro.

Este movimiento alcista le quita competitividad a las exportaciones de EE.UU.: si bien no depende tanto de sus ventas externas como otros países (China, Alemania o Suiza), éstas sí contribuyeron a la reactivación económica actual. Además, los inversores internacionales vuelven a confiar en los activos estadounidenses, gracias a la buena salud de los principales fundamentals del país, lo que también incide en la apreciación del dólar.

Es así que las alarmas comienzan a sonar entre los exportadores. Un reciente informe de Goldman Sachs muestra cómo impacta la actual tendencia en las compañías listadas en el índice S&P500.

Los expertos del banco calcularon que una apreciación del billete verde del 10% provoca una pérdida de ganancias equivalente a 3 dólares por acción. En la misma línea, los analistas de Bloomberg estimaron que en el primer trimestre de 2015 las mayores empresas tuvieron una caída en sus beneficios del 5,1% respecto del último trimestre de 2014.

Esperando a Yellen

Es dentro de este contexto que todos se preguntan para cuándo Janet Yellen, actual presidenta de la Fed y sucesora de Bernanke, concretará la tan prometida suba de tasas de interés.

Todos la esperan desde hace dos años, como señal del fin de la política monetaria expansiva. Pero con un dólar tan fuerte, elevar las tasas lo impulsaría aún más y eso genera bastante inquietud en los mercados. ?Los inversores se preocupan por la fuerza del dólar y la perspectiva de un alza de tasas?, afirmó Alan Skrainka, de Cornerstone Wealth Management.

Como si fuera la novela de Samuel Beckett, todos siguen pendientes de Godot-Yellen. Pero también con el nerviosismo de que si suben las tasas, se aprecia el dólar, se abaratan las importaciones y la deflación podría profundizarse. Después de 40 años, el dólar parece convertirse en un problema de los estadounidenses.

 

Fuente: El Cronista