políticas monetarias

¿Qué hacer con el exceso de reservas de los Bancos Centrales?

lunes, 18 de marzo de 2013

El año pasado, los operadores de la divisa japonesa se volvieron inusualmente adictos al aire nocturno de Tokio.

El año pasado, los operadores de la divisa japonesa se volvieron inusualmente adictos al aire nocturno de Tokio. Mucho después de que sus colegas regresaran a sus hogares, estos operadores salían de las grandes firmas de inversión que dominan el horizonte del distrito financiero de Marunouchi y caminaban una o dos cuadras hacia al norte.

Al llegar al edificio estilo Beaux-Arts del Banco de Japón, contaban los taxis estacionados afuera. Si había muchos autos era porque los funcionarios se quedarían trabajando hasta tarde. Esto, especulaban los operadores, significaba que estaban planeando una intervención en el mercado de divisas.

Con el fin de ayudar a los exportadores nipones, el Banco Central se abasteció de una gran cantidad de moneda extranjera en los últimos años para reducir el valor del yen con respecto al dólar. Aunque estas intervenciones no se conocen de antemano, el Banco de Japón declara sus compras de moneda extranjera poco después de realizarlas.

Lo que sucede después con el dinero, sin embargo, se mantiene en secreto. Poco se sabe sobre lo que compran los administradores de reservas del Banco de Japón y sus pares de los bancos centrales de todo el mundo.

Hace tiempo que tratar de descifrar lo que los bancos centrales hacen con sus enormes reservas de moneda extranjera - Japón, el segundo mayor poseedor de reservas, tenía u$s 1,28 billones a fines del año pasado- se ha convertido en un dolor de cabeza tanto para los operadores como para los inversores.

Pero ahora, la influencia de los bancos centrales ha crecido hasta alcanzar niveles críticos. Las guerras de divisas y la emisión monetaria global llenaron sus arcas con cantidades récord de reservas. Desde 2006, éstas se duplicaron, lo que convirtió a los bancos centrales en participantes clave de los mercados. Sin embargo, existe poca rendición de cuentas o transparencia acerca de sus existencias.

Con el aumento de los temores de que ocurran guerras de divisas y una flexibilización monetaria que parece no tener fin, las reservas podrían aumentar aún más.

El mercado de divisas, cuyas operaciones alcanzan u$s 4 billones por día, es el más grande del mundo, pero las actividades encubiertas de los administradores de reservas de los bancos centrales tienen la influencia necesaria para moverlo.

"Ellos causan muchas distorsiones en el mercado", comentó un inversor de un fondo de cobertura que pidió no ser identificado.

"Como inversor puedo averiguar lo que Pimco está haciendo en los mercados de bonos. Pero nos hacen sentir que no podemos preguntar y esto es incómodo. Temo que esta situación pueda llevar a una mayor volatilidad en la economía mundial en los próximos años".

Muchos reconocen el efecto inmediato que las intervenciones monetarias tienen en los mercados financieros. Desde el grupo de países del G20 dijeron en febrero que "la excesiva volatilidad" de los flujos financieros y los movimientos desordenados en los tipos de cambio tenían "implicaciones adversas para la estabilidad económica y financiera". Sin embargo, hay mucho menos interés en el impacto a largo plazo del aumento de las reservas de divisas.

El Fondo Monetario Internacional estima que los bancos centrales tenían u$s 10,8 billones en activos a fines de septiembre, más de cuatro veces más que los fondos de cobertura globales. China solamente tiene u$s 3,32 billones - las mayores reservas entre los bancos centrales. Después de Japón, siguen Arabia Saudita y Rusia. En quinto lugar está el Banco Nacional de Suiza, que acumuló reservas por valor de u$s 468,000 millones, principalmente el año pasado, cuando trató de limitar las ganancias del franco suizo frente al euro después de que su moneda se convirtió en un refugio para los inversores que trataban de huir de la crisis de la eurozona. Frente a la amenaza de inminentes guerras de divisas, otros bancos centrales podrían seguir los pasos del Banco Central suizo.

Las riquezas recién descubiertas de los bancos centrales los están impulsando hacia una diversificación arriesgada en monedas menos comunes. Algo que muchos desconocen es que con frecuencia recurren a terceros, tales como BlackRock y otras empresas del sector privado, para administrar sus activos y realizar transacciones. El año pasado, el Banco Nacional de Suiza fue más astuto que los mercados al comprar euros a través de un servicio de corretaje de Rabobank.

Durante mucho tiempo "'seguridad, liquidez, rendimiento' ha sido el mantra tradicional de los administradores de reservas de los bancos centrales", dijo Terrence Keeley, director global del Grupo de Instituciones Financieras de BlackRock. "Pero hoy en día eso es un oxímoron. Ni siquiera los activos más seguros son tan seguros", agregó Keeley.

Los administradores de reservas tradicionalmente han mantenido activos de bajo rendimiento que se puedan vender fácilmente si un Banco Central se ve obligado repentinamente a contrarrestar movimientos de divisas que puedan afectar el comercio de exportaciones, obstaculizar la inversión interna y desencadenar crisis bancarias.

Tanto los bonos del Tesoro estadounidense como la deuda pública de la eurozona permiten el fácil acceso a dólares y euros, las dos monedas de reserva más populares. Sin embargo, su encanto se está desvaneciendo. Aunque la Reserva Federal todavía tiene existencias por valor de u$s 3,25 billones en bonos del Tesoro a nombre de bancos centrales extranjeros, la cifra representa una proporción cada vez menor en las carteras de esos bancos. En el año 2000, el dólar representaba 71% de las reservas. Actualmente representa solo 62%. El brillo del euro se opacó, la proporción de las reservas en esa moneda se redujo de 28% en 2009 a 24% en la actualidad.

Con las tasas de interés en cero o cercanas a cero, los administradores de reservas sienten la dificultad. Los funcionarios de los bancos centrales nunca estuvieron motivados principalmente por las tasas de rendimiento. Sin embargo, hay costos asociados con el mantenimiento de grandes reservas, que los rendimientos de apenas 0,14% anual sobre los bonos del Tesoro de Estados Unidos no llegan a cubrir.

Los problemas de las economías avanzadas han presionado a los administradores de reservas a buscar activos de mayor rendimiento, a menudo denominados en monedas más exóticas. Esto significa que las reservas frescas - obtenidas a través de intervenciones o comercio - son cada vez más propensas a ser diversificadas en monedas que no sean el dólar o el euro.

John Normand, director de estrategia de divisas de JPMorgan, estima que 50% de los bancos centrales ahora tiene exposición a divisas emergentes, con respecto al 25% registrado hace dos años. "La crisis de la eurozona hizo que los bancos centrales se volvieran más sensibles a la calidad de lo que compran. Este año es cuando la historia de las reservas podría empezar a ponerse más interesante - incluso si la crisis de la eurozona ha disminuido, todavía podríamos ver más flujos en divisas alternativas", señaló Normand.

Suiza es un ejemplo de ello. El verano boreal pasado, el Banco Nacional de Suiza fue un impulsor clave del mercado mundial de divisas. Se supo que estaba comprando decenas de miles de millones de euros por mes, con la esperanza de mantener al franco débil y así proteger a sus exportadores de los flujos procedentes de inversores extranjeros asustados en el punto más álgido de la crisis de la eurozona en mayo. Pero el banco suizo, ante el temor de quedarse con enormes cantidades de euros, decidió cambiarlos.

Entre los inversores de divisas, abundaban los rumores de que el Banco Nacional de Suiza estaba comprando coronas suecas y dólares australianos. Estas monedas se volvieron terriblemente buscadas por otros inversores que querían seguir los pasos del Banco Central o, incluso, superarlo. Los funcionarios de los bancos dijeron que hubo días en los que el Banco Nacional de Suiza fue el mayor comprador de deuda de Australia. Las cifras publicadas por este Banco Central hacia fines del año pasado confirmaron los rumores: la proporción de "otras" monedas en su balance general - el dólar australiano, la corona sueca, la corona danesa, el dólar de Singapur y el won coreano - se elevó.

Este nivel de transparencia por parte de un Banco Central es raro. Muchas autoridades monetarias de Asia y Medio Oriente se niegan a declarar la composición monetaria de sus reservas incluso ante el FMI, que recopila datos sobre las existencias. Y son los administradores de reservas en estas regiones los que vieron expandirse al máximo sus carteras en los últimos años.

Sin embargo, las pistas para entender el comportamiento de estos bancos centrales podrían encontrarse en las revelaciones del Banco Nacional de Suiza y otros, como el Banco de Israel, que son menos opacos. Al igual que cualquier otro inversor, los bancos centrales pueden sucumbir al instinto de rebaño. La evidencia anecdótica y empírica indica que el apetito de Suiza para la diversificación de la moneda es igualado en otros lugares. De entre los que sí declaran la composición monetaria de sus reservas ante el FMI, la proporción de activos invertidos en monedas que no sean el dólar, yen, euro o libra subió desde menos de 2% en 2006 hasta casi 6% el año pasado.

Con sus tasas de interés relativamente altas y su valiosa calificación de deuda soberana triple A, el interés en los últimos dos años se concentró principalmente en el dólar canadiense y en el dólar australiano, tanto es así que el FMI está considerando cambiar a ambos de la categoría "otros" y enumerarlos como monedas de reserva por derecho propio. Los analistas señalan el aumento de la participación extranjera en la deuda de estas naciones como prueba de que los bancos centrales están comprando a la fuerza.

La porción de deuda pública canadiense en manos extranjeras aumentó de 12% en 2007 a 28%, según Nomura, mientras que el banco calcula que la deuda del gobierno australiano en propiedad extranjera subió de 58% a 72%.

Muchos bancos centrales operan en el mercado de divisas y otros mercados por sí mismos. Pero los operadores dicen que esos bancos recurren cada vez más a terceros, como lo demuestra el uso de Rabobank por parte de Suiza. Otros bancos están buscando usar sistemas automatizados, o algoritmos, para realizar compras paulatinas en el mercado.

Debido al tamaño de las carteras de los bancos centrales, otros inversores están preocupados por lo que ven como un ocultamiento por parte de los bancos. "Los bancos centrales se están convirtiendo en jugadores y árbitros a la vez", dijo un inversor. "No tienen que informar a los reguladores y cuando hay una crisis, la pueden controlar. Pero también distorsionan los mercados. Tienen demasiadas reservas 'oficiales'".

El año pasado, un informe de Standard & Poor's, la agencia de calificación, señalaba que las fuertes compras de euros del Banco Nacional de Suiza habían desempeñado un papel importante en la reducción del spread entre los rendimientos de los bonos de gobiernos periféricos y centrales de Europa, que los inversores globales utilizan como un barómetro de la crisis de la eurozona.

Desde el Banco Nacional de Suiza dijeron que la agencia de calificación había sobrestimado el tamaño de su presencia en el mercado. Algunos bancos centrales demostraron estar al tanto de los riesgos que implica ingresar a nuevos mercados de bonos y divisas más pequeños. Desde el Banco Nacional de Suiza dijeron recientemente que se planteaban constantes debates con otros bancos centrales sobre cómo diversificar sus reservas sin causar distorsiones de precios. Sin embargo, otros no hacen estas visitas de cortesía. Y algunos están hartos del alarmismo por parte de otros inversores.

Los que están a cargo de administrar los activos de los bancos centrales restan importancia a los temores de que la rápida acumulación de reservas de los bancos pueda ser una fuerza desestabilizadora. David Smart de Franklin Templeton afirmó que es poco probable que los inversores consigan más transparencia. Templeton cree que la 'capacidad de los mercados de resistir a los cambios de comportamiento de los administradores de reservas' en los últimos años sugiere que hay poco motivo de preocupación.

"La diversificación se viene dando desde hace un par de años y no hemos tenido ningún problema grande. Los bancos centrales no tienen una ventaja respecto a otros inversores. Son muy conscientes de lo mucho que pueden hacer en estos mercados sin distorsionarlos", agregó Templeton.

Volviendo a Tokio, los operadores de yenes ya no tienen que contar taxis. Los inversores han liberado al Banco de Japón de su necesidad de intervenir. Vender yenes ha sido una de las operaciones más populares de este año entre los fondos de cobertura, en medio de expectativas de que un nuevo gobernador del Banco de Japón tome medidas poco ortodoxas para combatir la deflación.

Sin embargo, a diferencia de Suiza, Japón no concretó los indicios de que podría comprar moneda extranjera. La iniciativa, que contribuiría a incrementar las reservas aún más, es vista por otros bancos centrales como potencialmente desestabilizadora para los mercados globales. Por el momento, Japón mantiene su actitud precavida.

 

Fuente: El Cronista