Rescates polémicos Estados Unidos y Gran Bretaña se unen para evitar otro colapso bancario como el de Lehman Brothers

lunes, 17 de diciembre de 2012

Después de cuatro años, recién surgen políticas coordinadas a escala global para evitar nuevas crisis sistémicas como la que disparó la quiebra del banco en 2008

Es bien sabido que las segundas partes nunca fueron buenas, así que si la quiebra del banco de inversión Lehman Brothers en septiembre de 2008 fue un golpe terrible para el sistema financiero internacional, es lógico suponer que convendría evitar que algo similar volviera a ocurrir. Por eso no debería sorprender el reciente anuncio de EE.UU. y el Reino Unido impulsando la coordinación de políticas para gestionar de manera conjunta la eventual bancarrota de otro de estos enormes bancos, bautizados en su momento como "too big to fail" (demasiado grandes para caer).

En realidad, lo que sí debería sorprender es que, después de 4 años del fatídico 15 de septiembre de 2008, todavía no exista una acción coordinada a nivel global para encapsular estos riesgos sistémicos. Lo que se pasó a conocer como ?momento Lehman? no es ni más ni menos que el efecto dominó que se dispara a partir de la quiebra de uno de estos mastodontes financieros, con ramificaciones en todo el mundo y cuyo cierre pone en serios apuros a otras entidades vinculadas a través de activos en su poder.

El reclamo por una mayor transparencia y control del sistema bancario fue creciendo en EE.UU. y Europa a medida que la crisis subprime inicial mutaba en debacle económica y aumentaba la cantidad de personas desempleadas en el mundo desarrollado, así como aquellas obligadas a abandonar sus viviendas hipotecadas. De los movimientos como el ?Occupy Wall Street? en EE.UU., los indignados españoles o los saqueos en Londres del año pasado fueron naciendo mayores reglamentaciones gubernamentales para corregir las decisiones políticas anteriores que habían impulsado la desregulación del sistema financiero.

Fue así que se sancionó en el Congreso estadounidense la ley Dodd-Frank en 2010 o la Banking Act británica en 2009 para controlar los bancos de manera más eficaz y evitar nuevas quiebras sistémicas (a principios de 2013 está prevista la aprobación de una directiva europea específica). De hecho, este reclamo de reforma financiera a nivel global sigue siendo uno de los caballitos de batalla del G-20, que desde 2009 se fijó como meta elevar los controles a los flujos de capitales internacionales, obligar a las entidades a aumentar sus reservas de capital, poner topes a las remuneraciones y bonificaciones de ejecutivos del sector y, en definitiva, evitar que no exista ningún banco "too big to fail".

Sin embargo, hasta ahora no se logró alcanzar ningún tipo de coordinación a escala global, por lo que el riesgo sistémico sigue estando presente. Justamente, dicho riesgo existe aún hoy en la zona euro, donde el posible default de la deuda griega pende como una espada de Damocles sobre la cabeza de varios bancos europeos, poseedores de diversos activos de ese país. Es por eso que la semana pasada los reguladores de EE.UU. y Gran Bretaña publicaron un documento para avanzar en dirección a evitar de manera conjunta que el próximo gran banco que quiebre no arrastre a otros hacia una crisis sistémica.

El documento fue presentado por las autoridades del Banco de Inglaterra (BoE) y el Federal Deposit Insurance Corporation (FDIC o Compañía Federal de Seguros de Depósitos Bancarios). El FDIC y el BoE desarrollaron estrategias de resolución para tomar el control de las compañías en quiebra en la cima del grupo, imponer pérdidas a los accionistas y a los acreedores no garantizados (no a los contribuyentes) y remover a los directivos y exigirles responsabilidad por sus acciones, sostuvo el comunicado.

La coordinación entre los dos países tiene sentido, puesto que muchos de los bancos considerados con riesgo sistémico operan en sus mercados. De las 28 entidades sistémicas que se encuentran relevadas a nivel mundial, 8 están basadas en EE.UU. y 4 en el Reino Unido, entre los cuales se encuentran Goldman Sachs, Bank of America, Citigroup, HSBC y Barclays. Puesto que ambos países ya poseen un arsenal regulatorio, el paso que dieron consensuando políticas resulta natural y representa una señal fuerte para el resto.

Lo que proponen los reguladores estadounidense y británico es dejar de separar a las operaciones de las entidades a nivel nacional, pidiendo diferentes requisitos de capital y financiación (tener en cuenta que estas multinacionales financieras están muy ramificadas a escala mundial), y en cambio exigir que cada banco cuente con un holding suficientemente grande, que funcione como paraguas de la entidad y que se haga cargo de los colapsos, con un nivel suficiente de deuda para afrontar un posible default.
Cada uno de estos dos organismos tendrá la potestad de tomar el control del holding y de despedir a su junta directiva en caso de quiebra. En estas circunstancias, lo más probable es que los accionistas pierdan sus valores, explicó Martin Gruenberg, presidente del FDIC.

Existen ligeras diferencias entre la forma de instrumentar este acuerdo en cada mercado (en EE.UU., las pérdidas serán asignadas a los accionistas y a los acreedores no garantizados del holding, mientras que en el Reino Unido, los compromisos de los acreedores serán descontados y/o convertidos en capital, a fin de restablecer la solvencia de la compañía). Pero ambas propuestas garantizan que no se vean afectadas las actividades de la entidad en las jurisdicciones extranjeras donde intervenga, minimizando de esta forma los riesgos de un impacto transfronterizo, añadió el funcionario. Con el tiempo, se verá si estos cortafuegos son efectivos y suficientes. Por lo pronto, los contribuyentes están cansados de tener que pagar por los platos rotos. Y eso es algo que ningún gobierno puede darse el lujo de ignorar por demasiado tiempo. 

Fuente: El Cronista