ASEGURAN QUE EXISTE LA FANTASÍA DE QUE UNO PUEDE ENTRAR A UN BANCO SUIZO CON UN MALETÍN LLENO DE DINERO Y NADIE PREGUNTA NADA

Los banqueros suizos quieren terminar con el ‘mito de James Bond’

lunes, 13 de diciembre de 2010

La larga tradición suiza en materia de secreto bancario hoy está bajo ataque. Aunque los bancos han tenido que ceder, se resisten a convertirse en sabuesos impositivos

No son nuevos en el negocio. Hay bancos en este lugar desde antes que naciera Cristóbal Colón. Los Médici ya tenían un banco en Ginebra en 1425. Y aquí la tradición no se toma a la ligera. Muchos banqueros son quinta o sexta generación y hay un orgullo que no se disimula en esta Berna medieval y llena de nieve. Ni siquiera en estos días en que el secreto bancario –ese producto tan suizo como la más fina relojería y el más suntuoso de los chocolates– está bajo ataque.

Se escucha el reloj de la ciudad no muy lejos –en la pequeña Berna nada queda muy lejos nunca–. El mecanismo, intacto desde 1530, falló sólo una vez en toda su historia. Puertas adentro, James Nason, Head of International Communications de la Swiss Bankers Association, presenta su caso con idéntica precisión de relojero. “La idea es que todo el que tiene una cuenta en Suiza tiene algo que ocultar. En realidad, es el último lugar en el que un criminal debería poner su dinero”, argumenta. “Existe una suerte de mito de James Bond. Algo así como que uno puede entrar a un banco suizo con un maletín lleno de dinero y nadie pregunta nada”, admite. Pero “Casino Royale” está desactualizada. Y las cosas, insiste, hoy funcionan de otra manera en el principal centro de riqueza off-shore en el mundo, con un 30% de la fortuna global que se mantiene fuera de las fronteras nacionales.

“Por ley, no hay cuentas anónimas en los bancos suizos. Hoy hay, de hecho, requisitos muy estrictos de identificación del cliente. El banco está obligado a determinar quién es el verdadero beneficiario de los activos. A quién representa la persona que abre una cuenta”, explica.

Nason da más detalles: “Cuando un banco sospecha que hay algo raro en una cuenta, puede congelar los activos por hasta cinco días y está obligado a reportarlo. No se necesita orden judicial como en otros países. Muchos crímenes se descubren gracias a los bancos suizos. Hay un sistema de monitoreo de clientes de alto riesgo para detectar estos casos”.

El viejo reloj de Berna vuelve a colarse en la sala como una extraña puntuación que abre otro capítulo en la charla. Y da pie a un tema hoy más espinoso.

Queda claro que el secreto bancario no es un absoluto y no encubre a dictadores ni corruptos. ¿Pero qué pasa con los evasores de impuestos?

El caso UBS cambió las cosas en Suiza. El principal banco del país pagó una multa de u$s 780 millones y acordó entregar información sobre 4.500 cuentas a cambio de que Washington desistiera de un sumario judicial contra el banco por ofrecer servicios de “evasión impositiva” a clientes estadounidenses. “Encontraron una laguna en la ley de EE.UU. y la explotaron a escala industrial. La supervivencia de UBS llegó a estar en juego”, reconoce Nason.

Bajo el peso de ese trauma, y luego de que el G-20 anunciara en la cumbre de Londres su voluntad de acabar con los paraísos fiscales, Suiza cedió y logró abandonar la estigmática lista gris de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Pero se trata de un equilibrio fino y delicado. Suiza renunció a la tan cuestionada diferenciación entre evasión y fraude impositivo, que presupone que en el primer caso no hay necesariamente una intención criminal (puede tratarse de simple descuido) y por lo tanto, no se trata de un delito. Y accedió así a compartir información también en casos de evasión. Pero los suizos se mantienen firmes en un punto: no puede quebrarse la confidencialidad sobre una base arbitraria o automática. Debe existir un pedido específico y justificado y en casos particulares. En Suiza se resiste con uñas y dientes a las llamadas “fishing expeditions”, esto es, que las autoridades extranjeras simplemente salgan de “pesca” a ver si tienen suerte. Y de hecho, los últimos acuerdos firmados con Alemania y Gran Bretaña muestran bien esta determinación por preservar su larga tradición de “discreción” financiera: Suiza recaudará impuestos para ambos países sobre las cuentas de alemanes y británicos a cambio de que esas cuentas permanezcan anónimas.

“No le corresponde al banco preguntarle a su cliente si pagó sus impuestos. Sólo puedo controlar si tu dinero no fue mal habido pero no si llenaste bien los formularios. No es el trabajo del banco actuar como sabueso impositivo”, explica Nason.

Mucho se ha dicho también en estos últimos tiempos sobre una migración a otros centros financieros “más opacos” como Singapur. Pero Nason, como era de esperar, lo relativiza. “No hemos experimentado una gran salida de clientes”, asegura.

Aquí los banqueros no se disculpan por su tradición de discreción profesional. “Está plasmada en la ley desde 1934 y sigue vigente hoy”, recuerda Nason, todavía alarmado por la noticia de que la vecina Alemania acaba de aceptar la información robada de bancos como evidencia válida en casos de evasión impositiva.

Por momentos, Suiza parece cercada. Por momentos, parece intocable. “Los bancos suizos no necesitan dinero sucio para que les vaya bien”, remata Nason. Y vuelve a sentirse el viejo campanario en el casco histórico de Berna.


 

Fuente: El Cronista