En algo estamos cambiando

Carlos Risso

por Carlos Risso

sábado, 06 de agosto de 2011

El inversor ó ahorrista argentino está teniendo otro paladar. De aquellos momentos en donde la dolarización de carteras, ó la simple compra del billete verde como medida precautoria ó de resguardo era casi necesaria y venía encapsulada desde las mismas raíces de nuestra propia cultura financiera, el cambio se va profundizando y hoy busca en otras cartas el plato que lo seduzca.

Los momentos extremos que ha vivido la economía argentina en diferentes épocas han generado en las distintas generaciones una necesidad de comprar dólares por diferentes motivos: como preservación del ahorro, para intentar ganarle a inflaciones galopantes tan solo comprándolos a la mañana para venderlos al día siguiente con marcada ganancia ó de hacerse de los mismos como un ansiolítico de primera necesidad entre otras tantas que se puedan argumentar.

Aún en momentos en donde la incertidumbre ó los temores tanto políticos como económicos eran bajos y no ameritaban cambios bruscos de carteras, el particular sintió la necesidad de estar posicionado en dólares a la espera de los diferentes desenlaces futuros. No importaba tanto ganar sino estar tranquilos era el razonamiento del momento.

Pero el mundo va cambiando y el inversor ó ahorrista local se va adaptando a ese cambio y empieza a mirar, a cotejar, a interiorizarse de cual puede ser la mejor canasta para poner sus dineros y va encontrando otras alternativas en las que antes pocas veces se fijó.

Y entonces aparece en escena el oro, que rompe a diario record históricos y la compra de libras y francos suizos como prioritarios a la hora de elegir el menú.

El dólar, principal moneda de resguardo hoy se ve avasallado en el plano internacional por una economía que sufre, que se debilita, que estira el techo de su endeudamiento para no caer en default, algo impensado para la primera economía del mundo. Su liderazgo se discute, ya no goza de los privilegios de otrora, su fama de intocable es pasado y empieza a recorrer tal vez el último tramo de lo que fue su indiscutido reinado.

Su principal enemigo, el euro, no la pasa nada bien. Grecia, Portugal, Irlanda, España e Italia muestran sus miserias y necesitan de la ayuda casi permanente tanto del Banco Central Europeo como del Fondo Monetario Internacional para poder seguir “gateando” y no defaultear sus deudas. Los paquetes de ayuda se suceden y el costo de los mismos con ajustes faraónicos que caen sobre sus pueblos no le augura un futuro promisorio.

Con este escenario, es dable esperar un mundo mirando más allá de lo que hasta ahora fue un simple repaso de lecciones bien aprendidas.

Con el Atlántico en medio de dos gigantes despedazándose, otros son los horizontes a alcanzar y en nuestro país también comienzan a despertarse nuevas corrientes de inversión que sin aislarse definitivamente de quien fue su primer amor en las finanzas, encuentran elementos lo suficientemente tentadores como para sentirse seguros.

Hoy La Argentina no vive sólo en verde como solía hacerlo en un pasado no tan lejano. La globalización le permite rodearse del amarillo fulgurante del oro, el turquesa de la libra y el multicolor franco suizo y por primera vez en muchos años la demanda de estas monedas y commodities empiezan a eclipsar al siempre respetado dólar.

Habrá que ver en definitiva si esto que hoy empieza a aparecer como un salto de calidad hacia la diversidad se termina consolidando con el paso del tiempo ó si simplemente es una vaga impresión de corto vuelo.

Lo mejor seguramente será llegar a parecernos a Brasil en ese aspecto, en donde el individuo no mira más allá de su moneda, el real, pero sus porqués lo vamos a analizar en la próxima nota: En Argentina el dólar, en Brasil, el real.

Hasta la próxima