Malas inversiones o malas decisiones

Carlos Risso

por Carlos Risso

jueves, 15 de julio de 2010

La crisis que hoy abate a gran parte de Europa, sacudiendo a países confortablemente cobijados durante varios años dentro de un club exclusivo llamado “Eurozona”, no es más que una réplica de la vivida el año anterior en los Estados Unidos y por la cual todavía anda penando, pero así como ambas no serán las últimas que viviremos tampoco fueron ni novedosas ni primerizas, ya que las crisis económicas existieron siempre y en todas partes del mundo.

Lo cierto es que las crisis siempre despiertan sensaciones encontradas a la hora de buscar las verdaderas explicaciones que las provocan y generan tras de las mismas culpables intelectuales y ejecutivos que muchas veces no erraron ni en el diagnóstico ni en su ejecución, pero en cambio fallaron en la decisión.

Cuando alguien toma la iniciativa de inversión, cualquiera sea la misma, asume riesgos, los contempla, los expone, los valoriza, balancea pro y contra hasta que finalmente decide hacerla y cuando la ejecuta está convencido que la decisión que tomó fue la más acertada.

Invertir en una propiedad implica asesorarse previamente sobre las condiciones en que se encuentra el bien en cuestión, los años que tiene, la zona en donde está ubicada, la vecindad, su comparación con otros inmuebles de similares características, etc. hasta que finalmente uno decide comprarla ó no.

Todo este trámite lleva un tiempo en general de varios meses y si luego de hecha la compra por diferentes condiciones del mercado el bien baja su cotización y le deja de ser lo rentable ó beneficioso que creyó en un principio, deberá seguramente esperar otros varios meses para deshacerse de él aunque sea asumiendo la pérdida.
El tiempo entre la decisión y la ejecución es en cualquiera de estos casos, largo.

Con mayores ó menores características podemos nombrar otro tipo de inversiones en donde el tiempo de maduración entre la decisión y la ejecución está atado en general a plazos largos y la evaluación de la inversión demora en concretarse siendo muchas difícil si la corriente es adversa de desprenderse de la misma.

Los mercados financieros tienen reglas y tiempos diferentes y eso los lleva a ser más apetecibles por su liquidez a la hora en que la decisión y la ejecución conjugan el mismo tiempo de realización.
 
Los distintos mercados son analizados por diferentes grupos de profesionales que establecen determinadas pautas para entrar y salir de los mismos de acuerdo a vaivenes políticos, datos económicos, malestares sociales e incluso factores meteorológicos y de desastres naturales.
 
Todos estos factores confluyen en una decisión de compra ó venta, que será transmitida a los operadores quienes ejecutan la orden independientemente de sentimientos que por sus cabezas puedan presentir un error de apreciación.
 
Una vez que la evaluación de riesgo ya fue medida y a partir del momento en que la orden está en juego, comienzan a activarse todos los mecanismos relativos a potenciar las utilidades ó a recortar las pérdidas.
 
La inversión puede ser buena ó mala, pero en este último caso dependerá de la decisión de quienes la administran que la misma no les termine generando un tremendo dolor de cabeza.

En los mercados financieros los tiempos entre la decisión y la ejecución son mínimos al punto que simultáneamente con la decisión de efectuar una compra ó venta de una moneda, una acción ó un commoditie, se está ejecutando la orden.
La gran diferencia entre una inversión en los mercados financieros con el resto pasa justamente por las herramientas con que cuenta el primero para minimizar las pérdidas y optimizar las ganancias y estará en quienes tienen la decisión de manejar las mismas en que las ganancias ciertamente se hagan efectivas y las pérdidas sean asumidas como tales.
 
Los famosos stop loss (parar la pérdida) ó los take profit (tomar las ganancias) sirven y se aplican sin titubeos casi en simultáneo con la entrada primaria al mercado.
 
Cuando uno asume una posición compradora ó vendedora inmediatamente pone en funcionamiento la red de contención para fundamentalmente evitar que ante un hecho ó acontecimiento imprevisto que ponga en negativo la inversión, la pérdida de la misma sea acotada a una cifra que no vea perjudicado el patrimonio personal ó el de una empresa de cualquier tipo incluso un banco.
 
Las herramientas con las que cuentan los mercados financieros son tan ricas y líquidas, que si se aplicaran a rajatabla, muy probablemente muchas de las cuantiosas pérdidas que vemos contabilizarse causando quiebras personales e institucionales no se producirían.

Vale entonces asumir una vez más que no siempre un descalabro financiero es producto de una mala inversión, y si habría que buscarlo en una mala decisión de quienes teniendo la obligación de cerrar filas asumiendo pérdidas aceptables y digeribles, optan ciegamente en mantener posiciones en condiciones adversas y hasta aumentando su exposición, desafiando incluso una de las premisas fundamentales de los operadores de que los mercados siempre tienen razón e irles tozudamente en su contra puede ser suicida. Y ejemplos de estos sobran.
 
Hasta la próxima.