banca privada

¿Fin de fiesta?

lunes, 14 de septiembre de 2015

A 7 años de la quiebra del gigante de Wall Street, las nuevas regulaciones estadounidenses aún no logran eliminar el riesgo de otra burbuja.

Hace 7 años, entre las últimas horas del domingo 14 de septiembre y las primeras del lunes 15, Richard Fuld, CEO de Lehman Brothers, entendió que su compañía, en ese momento el cuarto fondo de inversión más importante de Wall Street, había dejado de existir. Y la oficialización de la bancarrota, la más grande de la historia, dio origen al terremoto financiero más importante desde el crack del 29. La quiebra de Lehman Brothers fue la manera en que la crisis financiera de 2008, en la que estuvieron involucrados no sólo los principales jugadores de Wall Street sino también las autoridades del gobierno estadounidense y las agencias de calificación de crédito, catalizó la explosión de la burbuja y cuyas consecuencias todavía combaten los países desarollados. Hace cinco años el gobierno estadounidense sancionó un paquete de medidas para intentar que los mercados aminoren el riesgo de una caída como la de 2008, pero al día de hoy aún algunos creen que las nuevas regulaciones o bien tienen poca relevancia o incluso todavía no fueron puestas en marcha.

Desde el comienzo de l nuevo siglo, la innovación tecnológica de los mercados financieros, más el aumento sideral de los precios de las propiedades en Estados Unidos y la creciente concentración de capital en Wall Street hizo crecer un tipo especial de activos: los llamados créditos subprime, de alto riesgo y que se internalizaron en una cadena bursátil que incluyó a bancos, fondos de inversión y aseguradoras. De esa manera, se creía, el banco prestamista se desligaba del riesgo de impago. En diez años, las operaciones de préstamos subprime pasaron de representar 30.000 millones de dólares a 600.000 millones. Todo esto en un marco de regulaciones financieras laxas, con aval de la Reserva Federal de los Estados Unidos. El magnate George Soros prefirió utilizar una metáfora naval para definir la situación, al imaginar al mercado financiero como si fuera un buque petrolero. “Se tiene que poner el petróleo en compartimentos para evitar que su movimiento haga volcar al barco. Después de la gran depresión las normas implementaron compartimentos herméticos. La desregulación trajo aparejada el fin de la compartimentación”, dijo en una entrevista para el documental Inside Job, uno de los tantos que se publicaron a propósito de la crisis de 2008.

El mercado en Wall Street estaba dividido entre pocos y muy grandes jugadores: Bear Sterns, Meryll Lynch, JP Morgan, Lehman Brothers y Goldman Sachs entre los principales bancos; Citigroup y Morgan Chase entre los conglomerados financieros; AIG, MBIA y AMBAC entre las aseguradoras y las tres calificadoras de riesgo que dominaban el mercado: Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch. Para comprender el rol que cumplieron las agencias calificadoras, vale un dato: 48 horas antes de la quiebra de Lehman Brothers, la nota de la compañía todavía era la más alta.

“Tienen que salvar a Lehman Brothers y nosotros no vamos a hacer nada”, les dijo Henry Paulson, secretario del Tesoro de los Estados Unidos a los presidentes de los principales bancos de Wall Street. Richard Fuld no fue invitado ese día. Fue el viernes a la noche. Ese fin de semana Barclays, banco británico, fue candidato a actuar de “salvador” de Lehman y evitar la bancarrota, pero por razones que aún se discuten la operación no se realizó. El lunes siguiente Fuld comunicó la quiebra. En su mejor momento, el valor de las acciones de Lehman Brothers llegaron a costar 85 dólares cada una. Su precio descendió a 3 centavos.

¿Qué cambió en Wall Street?

En 2010, el Congreso estadounidense sancionó un paquete de leyes nombrado como Dodd-Frank, con la intención de morigerar el riesgo de que los mercados sufran un quiebre como el de 2008. Las nuevas regulaciones se plantearon varios objetivos, entre ellos lograr la estabilidad financiera a través de medidas de transparencia y estabilidad en el sistema financiero: mayores requerimientos a los bancos, controles más agresivos, la restricción de actividades especulativas y controles internos. En la jerga de Wall Street se lo suele llamar “Too big to fail”, una concepción por la cual el mercado entiende que un banco, cuanto más grande sea, mayor impacto tendría su caída en el sistema financiero en general, y por lo tanto, que debería ser rescatado por el gobierno. Ese síndrome es el que intenta combatir el gobierno de Barack Obama, aunque los alcances de las regulaciones no resultan concluyentes para algunos analistas.

En particular, una de las medidas que implementó el Dodd-Frank Act fue lo que se conoce como la regla Volcker, por la cual se intenta limitar las inversiones riesgosas de los bancos. En particular, la regla prohíbe invertir los depósitos de clientes en inversiones especulativas a través de “operaciones por cuenta propia”. Algunos analistas creen que esta regulación no sería eficiente, porque las inversiones de alto riesgo que realizaron los bancos sistemáticamente y que desencadenaron la quiebra de Lehman Brothers podrían no ser reconocidas de esa forma. Y además, la interconexión bancaria a nivel global haría difícil la implementación de una medida como esa.

Desde diciembre de 2014, la Reserva Federal exige a los bancos una capitalización mayor para logar que puedan sostenerse a si mismos. Pero aún asoma como una medida de mediano plazo, ya que los bancos JPMorgan, Goldman Sachs Morgan Stanley, el Bank of New York Mellon, Bank of America, Wells Fargo y Citigroup ya anunciaron que podrán cumplir con esa regulación recién en 2019.

El papel de las calificadoras

Standard & Poor’s (S&P), Moody’s y Fitch dominan actualmente casi el 95% del mercado. La responsabilidad de las calificadoras quedó demostrada incluso para la Subcomisión Permanente de Investigaciones del Congreso estadounidense. Así los recuerda el abogado Carlos Alfaro, que afirma que “esa subcomisión concluyó que tanto Moody’s y S&P recibían comisiones de los propios bancos lo que puede haber influenciado a que las agencias permitieran que los mismos vendieran bonos y otros instrumentos de deuda apalancados con una clasificación de ‘bajo riesgo’. La sobre-calificación contribuyó a la formación y posterior derrumbe de la llamada “burbuja financiera”.

La semana pasada, la Securities and Exchanges Commission (SEC), nombró a la funcionaria Smeeta Ramarathnam como titular de la Oficina de Calificación de Créditos, creada también por orden de la mencionada ley Dodd-Frank, para mejorar la regulación y la transparencia de las calificadoras. En el horizonte, no obstante, no está tan claro que las nuevas regulaciones tengan el futuro asegurado: uno de los candidatos republicanos, Marco Rubio, ya anunció que en caso de ser elegido presidente. Y aún no está clara la posición al respecto de Donald Trump, el principal postulante de la oposición a la Casa Blanca. 

Fuente: DiarioBAE