fuga de divisas

Auditores del HSBC desconocieron las 4.040 cuentas en Suiza

jueves, 21 de mayo de 2015

Tanto oficialistas como opositores coincidieron en recriminarles no haber advertido en sus inspecciones contables que había un flujo de dólares que fugaba a Suiza, información que llegó a la AFIP desde Francia, tras la confesión de un ex empleado de la sede helvética del banco británico.

La comisión bicameral que investiga las 4.040 cuentas de argentinos en la sede del HSBC de Ginebra mantuvo una dura interpelación a los auditores externos e internos de la sede local del banco inglés, quienes con argumentos irrisorios buscaron despegarse de la fuga de divisas pero sufrieron un embate de todos los legisladores.

Es que tanto oficialistas como opositores coincidieron en recriminarles no haber advertido en sus inspecciones contables que había un flujo de dólares que fugaba a Suiza, información que llegó a la AFIP desde Francia, tras la confesión de un ex empleado de la sede helvética del banco británico.

“Nos están subestimando de una manera inaceptable”, exclamó Carlos Heller, tras las intervenciones del auditor interno del HSBC Diego Esquenazi y María Gabriela Saavedra, auditora externa hasta diciembre, cuando estalló el escándalo por las cuentas en Suiza.

Monosílabo y repetitivo, Esquenazi dijo que las causas judiciales “no pertenecían a su gestión”, porque la mayoría de las cuentas eran de antes de 2010.

Insistió una y otra vez en que el HSBC no tiene Banca Privada, como se denomina al sistema de atención particular a grandes clientes, en la mayoría de los casos para sacar plata afuera. “La custodia de títulos de valores nos lleva a sospechar que hay actividades de banca privada”, le explicó Feletti, con chapa de ex banquero.

“No tengo ningún tipo de contacto con HSBC Suiza, Estados Unidos o de otra parte del mundo”, “El HSBC no tiene banca privada”, repetía una y otra vez Esquenazi, un estilo ya habitual en los banqueros que visitan el Congreso: responder lo justo, con pocas palabras y negando la mayoría de las acusaciones. No hay temor alguno al ridículo.

Lo demostró Esquenazi con sus ejemplos. “Nosotros buscamos mitigar el lavado de dinero. Es como cuando uno intenta no chocar pasando semáforos en verde”, comparó.

“Quiere decir que ustedes se morfaron varios semáforos en rojo”, ironizó el senador radical Manuel Civadevilla.

Sobria y sin perder la serenidad, Saavedra presentó sus tareas como si nadie las conociera. “Nosotros controlamos las políticas de capacitación del cliente, el monitoreo de las operaciones y la revisión de procesos. Ponderamos el riesgo clientes y el riesgo producto”, explicó. Y contó que en su trabajo de prevención de lavado habían encontrado 80 casos y 44 de ellos con moneda extranjera.

Pero su solvencia léxica le jugó malas pasadas. Le costó justificar porque no había evaluado los mensajes emitidos bajo el sistema GMG, que habría utilizado el HSBC para comunicar el envío de dinero al exterior. “Se usaba para mensajería y no para transferencia”, se excusó.

La sospecha de la justicia es que, en realidad, se utilizaba para contabilidades paralelas ignoradas por los auditores.

La intimidante auditora se ganó el ataque de todos cuando explicó que, cumpliendo al reglamento vigente, no había informado algunas operaciones porque no las evaluaba “significativas”.

“¿Oyó hablar estas denuncias del HSBC? ¿No le suscitó inquietud?”, la interpeló Heller, pero sólo volvió a oír lo que ya había escuchado. Peor la dejó cuando le preguntó si se había contactado con el auditor del Banco cuando estalló el escándalo por las cuentas en Ginebra. “Sí y ampliamos los controles”, respondió Saavedra, sin perder la compostura.

El ex presidente del Credicop nombró el estudio jurídico Basilo, que en su página admite asesorar a la sede local del HSBC Suiza. “No sé de que habla”, se excusó Esquenazi.

Pero Saavedra se había convertido en un fácil fusible. “Yo voy a pedir los papeles y a pedir la intervención del Consejo de Ciencias Económicas, por haberle pasado por alto la fuga de divisas”, anunció Feletti.

“¿Saben que su trabajo no sirve para nada?”, atacó Luis Cigona. “Míreme a los ojos. ¿Sabe para qué vino?”, increpó a Saavedra el massista Marcelo D’alessandro. La auditora recitaba una y otra vez cuales eran sus tareas. Hasta que los despidieron.

Fuente: iProfesional