políticas monetarias

Las "tasas del Señor Fábrega": los límites del BCRA para que los bancos presten dinero más barato a los argentinos

lunes, 23 de junio de 2014

Tras la devaluación de enero y luego de la fuerte suba del costo de los préstamos, que aportó su "granito de arena" para enfríar la economía, el titular del BCRA impulsa una baja en los intereses. ¿Será suficiente este descenso para impulsar el consumo de los argentinos?

Aún resuenan en los oídos de los analistas e inversores las palabras pronunciadas por el presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega, a fines de mayo, en lo que fue su primera aparición pública tras asumir el cargo.

En un discurso pronunciado en la reunión que organizó el Consejo Interamericano de Comercio y Producción (CICYP) se refirió, entre otras cuestiones, a un tema controvertido y que le ha generado cuestionamientos desde el propio Gobierno: el costo del dinero para el financiamiento de créditos a particulares y empresas.

"Si los precios se ubican por debajo del 2%, vamos a bajar las tasas de interés", prometió el titular del Banco Central. Y ratificó que la evolución de la inflación "marcará el carril para que nosotros hagamos el camino de la tasa de interés".

La lectura inmediata que se hizo de sus dichos fue que si Axel Kicillof hacía su parte -o "lo ayudaba" el Indec - y lograba bajar el índice, él haría la suya, acompañando este descenso con menores tipos de interés.

Esta promesa (o condicionante según la forma en que se interprete) comenzó a convertirse en realidad a partir de los datos que publicó el Instituto de Estadísticas, que dan cuenta de una baja en el índice inflacionario a partir de mayo.

Lo cierto es que, tras sus palabras, se abrieron las puertas a un escenario diferente que, en la práctica, tuvo como eje central un cambio no menor: la abrupta baja en las tasas de interés, que se retrotrajeron a los niveles registrados entre febrero y abril de este año.

La pregunta casi obligada es hasta qué punto Fábrega tendrá margen para seguir reduciéndolas y, lo que es más relevante, si este descenso será suficiente para motorizar el consumo.

Lo cierto es que los altos niveles de la primera parte del 2014 le ha traído al titular del Central tantos alivios como dolores de cabeza.

Sucede que, por un lado, sirvieron para alentar los depósitos a plazo fijo y para mantener más controlado al blue. Pero, por otro, le generó cortocircuitos con Kicillof, quien pugna por una baja que contribuya a estimular la economía.

Capítulo I: tasas para arriba (enero-abril)

Tras la fuerte suba registrada a partir de enero -coincidentemente con la devaluación- la Badlar se disparó hasta tocar un máximo del 27% (desde un 21%), un nivel casi comparable al que rigiera en la crisis financiera global de 2008.

Cabe destacar que dicha tasa es la que rige para los depósitos mayoristas y es la que toma como referencia el mercado, ya que a partir de ella se encolumnan los restantes tipos de interés.

El hecho de haberla acercado a la inflación -en un escenario de cepo cambiario- le permitió a Fábrega defender un poco más la moneda local, aumentar las colocaciones en los bancos y "domar" la escalada del blue.

Al pagar un premio mayor por el dinero que reciben (plazos fijos) las entidades cobran más por aquel que prestan (créditos), lo que contribuyó -junto con otros factores, como el mayor temor a perder el empleo- a enfriar la economía.
Capitulo II: tasas para abajo (a partir de mayo)

Otra historia es la que comenzó a escribirse con las tasas a partir del quinto mes, cuando ese enfriamiento ya amenazaba con afectar los niveles de empleo y la inflación comenzó a ubicarse por debajo de la del arranque del año.

Fábrega, tal como había prometido, acompañó ese descenso del índice (que pasó a ubicarse por debajo del 2% mensual) con una reducción paulatina de los tipos de interés.

De hecho, de aquel 27% de abril que se pagaba por los plazos fijos, se pasó al 22% actual.
Reacción del mercado

Como consecuencia directa de la caída de las tasas ofrecidas en las colocaciones bancarias, se notaron, en primera instancia, dos claros efectos, que corroboran lo sensible que está el mercado ante los cambios:

• El estancamiento de los saldos de los depósitos.
• El alargamiento en los plazos de colocación.

En cuanto al primer punto (estancamiento) fueron los grandes inversores los que mejor aprovecharon el empinamiento de las tasas de los primeros cuatro meses.

Y también fueron ellos los primeros en detectar un descenso del "premio" ofrecido por las colocaciones a partir de mayo, lo cual se corroboró en la abrupta baja de su participación en el total en estos últimos meses.

El segundo factor (plazo de las colocaciones) es otro síntoma evidente del adelantamiento registrado en el sistema financiero.

Aquellos constituidos hasta los 59 días (que a fines de abril habían llegado a representar $2 de casa $3 del total) tras la corrección de mayo, comenzaron a perder participación, para así volver a los niveles previos al repunte.

Todo esto, como consecuencia directa de la percepción de que el rally ascendente de los rendimientos de los plazos fijos había tocado un techo hacia finales de abril.

Es así que se registró en el mercado un fuerte freno en el crecimiento de los depósitos en los bancos, que coincidió con el derrumbe de las tasas.

Los límites del "Señor Fábrega"

Con este escenario descendente, lo que ahora queda por dilucidar es cuál es el margen que tendrá Fábrega para bajarlas aún más ya que, por un lado, favorecerá los créditos más baratos (que tanto le reclama Kicillof) pero, por otro, impulsará más al blue y le restará liquidez al sistema.

"Si las tasas de interés bajan más, aumentará de inmediato la presión sobre el tipo de cambio", afirma Aldo Pignanelli, ex titular del Banco Central.

Y agrega: "Todo tiene un ciclo. Cuando le ganan al dólar, hay cambio de cartera y viceversa. Pero si no baja la inflación es muy difícil que descienda la Badlar".

Con estas palabras, el ex titular del Central remarca los condicionantes con los que se encuentra Fábrega en su manejo de la política cambiaria para impulsar un mayor abaratamiento del costo del dinero.

"Si bajan las tasas de interés de los depósitos, por ejemplo, a un 12%, volveremos a sufrir los problemas de enero, cuando convenía más comprar dólares que colocar el dinero en un banco", subraya.

Con este antecedente -agrega Pignanelli- lo ideal es que desciendan siempre que el Gobierno logre reducir la inflación o, de lo contrario, llevarlas al 26% o 28% para defender el peso y que no se agigante la brecha cambiaria.

Jorge Todesca, director de la consultora Finsoport y ex viceministro de Economía, coincide en los límites que encuentra Fábrega para reducirlas.

Y agrega otro factor clave que, junto con la inflación, limita su capacidad de maniobra: "Su intención es bajarlas, aunque el tema a dilucidar es en cuánto puede hacerlo, porque también la gran masa de dinero que debe emitirse, para cubrir el déficit fiscal, juega un rol central".

"El tema es muy claro: cuanto mayor sea la demanda de pesos para cubrir el gasto público, más billetes deberá aspirar luego el Banco Central del mercado para que no vayan al dólar. Y esta situación sólo podrá ser controlada por Fábrega ofreciendo una tasa de interés atractiva", afirma el ecomomista.

Todesca cree que el Banco Central se encuentra con un margen de acción relativamente estrecho. Pero aun bajo estas condiciones, un descenso de la inflación lo ayudaría a bajarlas.

Una frazada corta

La presión sobre Fábrega se hace más evidente si, además, se analiza la política del Central en el plano cambiario.

A partir de mayo, el dólar oficial retomó su camino ascendente luego de un trimestre de haber quedado "clavado" en $8, con una articularidad que lo diferencia de lo ocurrido anteriormente: se movió a lo largo de la primera quincena de cada mes, para luego estancarse el resto de cada período.

El mercado ha interpretado esta respuesta de Fábrega ante la evidencia de que, por la inflación ocurrida en ese período, era necesario volver a las "mini devaluaciones" para que la recuperación de competitividad no quedara neutralizada.

Y la expectativa es que esta estrategia se profundice. Tal como afirma el economista Ricardo Arriazu, "el ajuste cambiario fue insuficiente porque se trasladó a la inflación".

De hecho, hay analistas, como Javier González Fraga, que estiman que sobre fines de año la depreciación de la moneda nacional habrá sido del 50 por ciento.

Esto puede suponer un problema, porque bajar las tasas de interés al mismo tiempo que aumenta la expectativa devaluatoria requiere una "muñeca" especial.

Uno de los objetivos es evitar que haya una dolarización de carteras por parte de los ahorristas. De manera que Fábrega debe lidiar con la percepción de que el tipo de cambio seguirá su camino ascendente mientras que el premio por tener pesos en los bancos irá en baja.

Con ese contexto, más que nunca, el elemento que permitirá al titular del Central suavizar su "mano dura" y abrir la canilla de efectivo será una baja de la inflación.

El clima reinante entre los analistas es de escepticismo. Aun cuando en mayo se confirmó que el índice sigue su desaceleración, los economistas creen que puede ser prematuro un recorte adicional de tasas como el que está ocurriendo.

Por otra parte, el segundo semestre del año llega con la perspectiva de una emisión de $120.000 millones, dadas las necesidades de financiamiento del Tesoro. Y varios ex titulares del Central manifiestan su convicción de que resultará muy complicado absorber parte de esa liquidez sin una política de tasas altas.

En definitiva, Fábrega se enfrenta también al síndrome de la frazada corta: la medida que favorece la reactivación tiene el riesgo inflacionario, mientras que la mano dura puede profundizar una recesión.

Es en ese marco que los más críticos apuntan a que este dilema denota, en realidad, una forma equivocada de enfocar los inconvenientes que plantea la economía actual.

Como el ex ministro Roberto Lavagna, para quien "subir o bajar la tasa de interés no resuelve las cuestiones de fondo; a lo sumo permite comprar algo de tiempo, pero el problema no es discutir sobre la tasa sino sobre qué se hace después de modificarla".

Es ahí donde vuelve el tema clásico que plantean los críticos del Gobierno: la persistencia de un deterioro fiscal.

De momento, ese tema parece lejano. Más con los "buitres" dando vueltas, que le meten más presión al cuidado de los dólares, se "empeñan" en alejar a la Argentina de los mercados de crédito externos y llevan al país a "vivir con los nuestro". 

Fuente: iProfesional