EL FALLO PODRÍA LLEGAR A OBLIGAR AL GOBIERNO DE MERKEL A ABANDONAR EL EURO

El Banco Central Europeo va a juicio en Alemania por su política de rescate

jueves, 13 de junio de 2013

El Bundesbank alemán sienta en el banquillo de los acusados a su homólogo europeo por no cumplir con su mandato de proteger la moneda común y combatir la inflación

Para entender cabalmente lo que está en juego en este juicio fuera de lo común que se lleva a cabo en Karlsruhe, Alemania (sede de la Corte Suprema germana), adonde el demandado y el demandante son dos bancos centrales, hay que ser 100% alemán o hacer un esfuerzo para comprender su idiosincrasia más profunda.

Si ya resulta raro que el Bundesbank lleve a juicio al Banco Central Europeo (BCE), más difícil de entender aún es que al presidente del BCE, el italiano Mario Draghi, se lo acuse de comportarse como el diablo en la segunda parte del "Fausto", la obra cumbre de Goethe, que en Alemania es considerado casi como si fuera palabra santa.

Y encima, que quien represente al BCE en el juicio sea también un alemán (para poder defenderse mejor), que haya un antiguo juez de la Corte Suprema que amenace con que Alemania tendrá que abandonar el euro y que en realidad, toda la puesta en escena se haga principalmente para consumo interno de los contribuyentes alemanes. Aunque lo que se está dirimiendo involucre a toda Europa.

Empezar por lo más fácil implica explicar por qué el BCE se tiene que presentar como parte demandada ante la Corte Suprema. Quien inició la demanda es Jens Weidmann, presidente del Bundesbank, en desacuerdo con las últimas medidas de política adoptadas por el máximo organismo europeo y, principalmente, su programa OMT (Outright Monetary Transactions), que le permite al BCE desde septiembre de 2012 recomprar deuda soberana de los países de la zona euro en problemas, como forma de defenderlos de los ataques especulativos.

"El BCE hará todo lo que haga falta para sostener el euro", afirmó Draghi a mediados de 2012, frase considerada poco feliz por las autoridades del banco central alemán, porque implicaría no cumplir con su mandato original: preservar el valor de la moneda común y luchar contra la inflación.

Para Weidmann, las autoridades del BCE han incumplido su rol al involucrarse en financiar a los países en problemas: el organismo se está cargando de títulos públicos de mala calidad, lo que debilita su balance y al mismo tiempo genera un riesgo de azar moral, porque no impulsa el saneamiento de las economías que eligieron políticas fiscales erróneas.

Esto estaría afectando a los contribuyentes alemanes, ya que la política del BCE es ?inflacionista? (porque emite dinero), de ahí que la Corte Suprema tenga que evaluar si estos planes de rescate son compatibles con la Constitución alemana.

Para defender la política del BCE, el mismo Draghi salió estos últimos días a afirmar que el programa OMT no fue creado "para garantizar la solvencia de un país", que no se empleó ni un euro en ese programa (sólo bastó con anunciarlo para que los mercados dejaran de especular contra los bonos más comprometidos) y que "el riesgo para los contribuyentes alemanes es mucho menos elevado que hace un año atrás".

Si los destinatarios de todo este debate son los alemanes de a pie, se debe a que en tres meses estarán votando en las elecciones generales, que la mitad de la población está en contra de los programas de rescate del BCE y que Alemania es el principal contribuyente de fondos al máximo organismo europeo. Así que no está el horno para bollos ni para incrementar la susceptibilidad de los votantes alemanes.

Vender el alma al diablo

Pero en esta lucha 100% alemana, Weidmann ha decidido apostar fuerte y tocar la fibra íntima de sus connacionales recurriendo al mismísimo Goethe (una figura intocable en Alemania) y a su obra más famosa, el ?Fausto?, para explicar cómo el BCE ha vendido su alma al demonio.

Weidmann echó mano, a fines del año pasado, de la segunda parte del Fausto para justificar el peligro que acechaba a los alemanes. En un discurso citó la escena en la que el emperador de Alemania se queda sin fondos y sostiene que "¡Estoy sin dinero, así que vamos a fabricarlo!". Y el diablo, Mefistófeles, le contesta: "¡Puedo crear todo el dinero que necesite y encima mucho más!".

Para el imaginario colectivo alemán, Draghi es este Mefistófeles moderno, mezcla de aprendiz de brujo, que va a llevar a toda Europa a la hiperinflación. Encima Goethe fue, en su momento, ministro de Economía del ducado alemán de Sajonia-Weimar-Eisenach cuando estaba en quiebra y se negó a emitir moneda porque le parecía "alquimia moderna". Weidmann redobló la apuesta al afirmar que "Si los bancos centrales pueden emitir moneda en cantidad ilimitada a partir de la nada, ¿cómo nos podemos asegurar de que el dinero será lo suficientemente escaso para que conserve su valor?". Una estocada definitivamente mortal al corazón de las políticas defendidas por Draghi.

Justamente, es el mismo Draghi quien se excusó de defender al BCE ante la Corte Suprema alemana para mandar en su lugar a Jörg Asmussen, miembro del directorio del banco. "No es que no quiera ir, pero la persona mejor preparada es Asmussen, encargado de los asuntos jurídicos y quien mejor conoce el sistema judicial alemán. A mí no se me citó en persona, sino al organismo", afirmó el funcionario. La elección del alemán no es casual: Asmussen y Weidmann se conocen muy bien, ya que ambos fueron compañeros de universidad y amigos de su profesor Axel Weber, ex presidente del Bundesbank, aparte de funcionarios del gobierno alemán (Asmussen fue ministro de Economía y Weidmann consejero de la primera ministra Angela Merkel).

El veredicto de la Corte Suprema no será inmediato, e incluso algunos analistas afirman que lo dará después de las elecciones de septiembre. Pero un ex miembro del máximo tribunal, Udo di Fabio, afirmó en los medios que si el fallo era contrario al BCE, ?la Corte deberá exigir el abandono de la unión monetaria o la anulación de los tratados?. Si bien esta postura parece extrema, hay consenso entre los analistas en creer que un fallo adverso podría condicionar toda la política activa que el BCE lleva adelante en estos momentos. 

Fuente: El Cronista