Banco Central

Al Gobierno se le achican algunos colchones fuertes del Banco Central

lunes, 29 de agosto de 2011

“El superávit comercial se mantiene gracias al precio internacional de la soja. Pero va estrechándose por el avance de las importaciones industriales y la escalada de las compras energéticas”.

Coincidencia generalizada entre los economistas: “No hay ninguna crisis en el horizonte de la Argentina”. Aun así, el Gobierno tiene varios problemas a la vista: para empezar, algunos colchones financieros lucen bastante menos robustos que en el pasado reciente.

Uno son las reservas de libre disponibilidad del Banco Central, exprimidas intensamente en los últimos años para pagarles a los acreedores privados. Más, por fuera de este sistema, las que cubren obligaciones con los organismos internacionales.

Según cálculos recientes de ex funcionarios de la entidad, el año que viene habría a mano alrededor de U$S 4.000 millones. Otros ex BCRA reducen el cupo a 1.000 millones y, en el extremo, hasta a un monto cercano a cero.

Los 4.000 millones del mejor de los supuestos parecen una cifra considerable. Pero no lo es tanto, contrastada con un par de datos del mismo escenario.

En 2011, hay 7.504 millones destinados a obligaciones con acreedores privados. Ese es el primer dato. El segundo: en 2012, los vencimientos en dólares ascienden a 8.000 millones.
La conclusión cae de madura. Habrá menos dólares y faltarán unos 4.000 millones para cerrar la brecha externa del año próximo.

Dados los antecedentes acumulados en la era K, nadie descarta algún artilugio que permita inflar las reservas de libre disponibilidad. Entre ellos, computar como activo los préstamos de corto plazo del Banco de Basilea, un recurso usual cuando se quiere mostrar un stock más elevado.

Sin embargo, suena a improbable que el Gobierno logre evitar darse una vuelta por el mercado de crédito para tapar el agujero. Y, llegado ese momento, será maquillado el discurso del desendeudamiento.

Amado Boudou conoce de sobra el problema. Es posible que la puerta de entrada al circuito internacional consista en acelerar un acuerdo con el Club de París, por los casi 9.000 millones que continúan en default. Claro que, según cuales sean los plazos de pago, esa vía puede llevar a un aumento de las necesidades de financiamiento.

Queda, además, la alternativa de apelar a los encajes que los bancos tienen en el Central por los depósitos en dólares. Aun cuando la caja es mucho mayor, U$S 2.000 millones sería una cifra considerada razonable, para no sembrar dudas sobre la solvencia del Gobierno ni crear expectativas difíciles de controlar.

A las entidades no les caería nada mal sacarle un rédito interesante a los encajes. Eso sí, implicará endeudamiento del Estado pues será necesario emitir un título, también en divisas, a cambio de los dólares.

En el mismo Banco Central asoma otro colchón que tampoco luce como en el pasado reciente. Está representado por las utilidades que le reportan las variaciones del tipo de cambio y los bonos que tiene en cartera. Son, en verdad, ganancias contables, de ficción, aunque el Gobierno las transforma en pesos contantes y sonantes.

La cuenta arrojaría unos $ 7.500 millones en 2012. Casi tres veces menos de la que hubo en 2011.

Lo que queda al margen de cualquier discusión es la manera como han sido estrujados los fondos del Central: desde 2006, saltaron de $ 49.442 millones a $ 186.000 millones. Traducido al actual tipo de cambio, eso suma hoy arriba de 44.000 millones de dólares.

Las palmas se las lleva, desde luego, el uso de las reservas. Pero también entran las utilidades y una parva de los llamados adelantos transitorios al Tesoro Nacional, siempre creciente y nada transitoria.

El BCRA es la principal fuente de financiamiento del Gobierno. Aunque también pesa mucho la Anses, que entre 2007 y 2011 habrá contribuido con el equivalente a U$S 26.000 millones.
Así comprometan el patrimonio de ambos organismos, sin semejantes recursos el cuadro fiscal estaría en rojo profundo. Bien medido, hace tiempo que tiene ese color.

El superávit comercial -otro de los pilares del modelo original- se mantiene en pie gracias al precio internacional de la súper soja. Pero va estrechándose, por el avance de las importaciones industriales y la escalada de las compras energéticas.

Por fuera de lo ya perceptible, hay a la vista una cuantas variables desajustadas. Además de la fuerte fuga de capitales que perfora las reservas, dos son tan notorias como conocidas: el proceso inflacionario, que le pega al tipo de cambio real, y una montaña de subsidios insostenible.

Nada inmanejable, ni mucho menos crítico. Sin embargo y aun con el poder de un triunfo holgado en octubre, Cristina Kirchner necesitará equipos calificados y una gestión eficaz. Por más que eventuales mayorías en las dos cámaras del Congreso aligeren su tarea.

Seguramente, serán abiertas nuevas cajas. Al fin, una fórmula que supliría el achicamiento de otros colchones.

Los dos primeros años serán cruciales para el futuro del cristinismo. La diferencia con el pasado reciente es, al decir de un economista: “Está vez habrá que administrar la escasez y no la abundancia de tiempos mejores”. 

Fuente: Los Andes Online