opinión

G-20: las finanzas paralelas del sistema bancario

lunes, 28 de febrero de 2011

El rol del Estado es evitar por un lado que los bancos tomen compromisos que globalmente puedan ponerlos en peligro, y por el otro, aunque algunas veces pueda parecer contradictorio, es también alentarlos a prestar lo suficiente como para hacer funcionar una economía.

 Los banqueros -comerciantes al fin- olvidaron su profesión de evaluar los riesgos y decidir si es conveniente acordar un crédito y a qué tasa. En efecto, gracias a un mecanismo inventado para inmunizar a los bancos de cualquier riesgo, éste fue disimulado y transferido. El sistema era tan seductor que, poco a poco, se extendió a riesgos cada vez mâs diversos y por montos muy importantes.

El instrumento de la operatoria: Credit Default Swap (CDS) -un contrato de protección entre comprador y vendedor para resguardarse contra la quiebra del tomador de fondos- formó parte de la sofisticación financiera del sistema bancario no regulado.
El que vende la cobertura o asistencia se compromete a compensar "ex post" las pérdidas del activo resguardado en caso de quiebra del prestatario. El CDS permite entonces a un banco dar crédito -previo pago de la prima- a un deudor que no le merece confianza y al que no le prestaría normalmente, circunstancia que lo autoriza a prestar mâs transfiriendo el riesgo a otros. El banco no soporta ese riesgo, o en todo caso, cree no soportarlo más.

La definición de esta realidad camuflada y todavía mal conocida nació en 2006 como shadow banking , finanzas paralelas, y en la crisis financiera de 2007 mostró su capacidad de daño colectivo.
Según la explicación de la Reserva Federal de New York hecha pública en julio 2010 son intermediarios financieros que efectúan la transformación de la liquidez, del crédito y de los vencimientos sin tener acceso a la liquidez del Banco Central.
Los actores de estos "no bancos" de estas finanzas "de la sombra", caracterizados por el riesgo sistémico, son los fondos mutuos del mercado monetario, las octogenarias agencias hipotecarias -dos intervinientes
fundamentales para los Estados Unidos-, los agentes en valores mobiliarios, los hedge funds , las sociedades de seguros (AIG verdadero banco de inversión estadounidense), las compañías energéticas y petroleras llamadas a ganar en importancia con la compensación de los derivados del crédito.

La supervisión

Los controles prudenciales impuestos por Basilea 3 tendrían como consecuencia inevitable arrojar en los brazos de este sistema opaco y no regulado una parte del financiamiento de la economía. Se suma la idea de que cuanto más severas sean las reglas, los banqueros tendrán mayor interés en efectuar el arbitraje reglamentario fuera del sector bancario oficial. Al comprender que la regulación va a redimensionar su lugar en el conjunto de la economía y reducir sus balances y ganancias, utilizan estos argumentos.

Absorto en su empeño, el G-20 -que no parte de cero- se compromete a encuadrar a estos verdaderos "bancos paralelos" a través de las instancias de supervisión sistemática de los dos lados del Atlántico, capaces de apreciar el riesgo de crisis en su globalidad: observando los números de la Fed se registran 16 billones de dólares de compromisos (20 billones antes de la crisis), mucho mâs importantes que los que tienen los bancos tradicionales: 13 billones.

Pero no sólo estas cifras son las que producen vértigo. El verdadero problema, es que por interés, por inconsciencia o incompetencia no se le ha acordado importancia a los riesgos que transmitía semejante artificialidad financiera.
Los CDS no estaban financiados, lo que era posible porque el que vendía su protección no tenía como obligación constituir la garantía al nivel del resguardo que vendía. Se limitaba a cobrar la prima. No prefinanciaba la protección. Era una garantía... sin garantía.
Los bancos buscaban protegerse -algo prudente- pero compraban una protección virtual. Creyeron estar inmunizados contra los riesgos que tomaban. Los sacaban de su balance a través de la titulación, o los aseguraban contratando un CDS. Comenzaron entonces por un lado a prestar y prestar a quienes jamás tenían que haberles dado crédito (es el mecanismo de las subprimes), y por el otro, nadie fue capaz de medir los riesgos soportados por los bancos. El banquero se ocupa de evaluar el riesgo de los otros, y termina no sabiendo evaluar el propio.

¿Quién es responsable de esta situación? La respuesta lógica es buscar las responsabilidades individuales. Denunciar a ciertos bancos. Fustigar a los derivados de los hedge funds. Parece justo, pero es demasiado simple. En realidad también es una pesada responsabilidad de los poderes públicos. Como agentes económicos cometieron errores conduciendo políticas que hicieron basar el crecimiento en un endeudamiento excesivo.

Aliento al dinero fácil, aliento a las políticas monetarias expansionistas, aliento al desarrollo desenfrenado de los mercados financieros, elecciones políticas deliberadas para sostener el crecimiento a pesar de los índices fundamentales mediocres. Los poderes públicos son culpables por haber sostenido un modelo de crecimiento artificial para disfrazar las debilidades de las economías. Y cometieron errores como reguladores.

Zonas de sombra

Queda lo mâs difícil: fijar los vínculos entre las finanzas bancarias y esta otra finanza, que por no ser convencional, no es menos útil al financiamiento de la economía.
Encendiendo la luz de la verdad el Presidente Nicolás Sarkozy afirmó que no hay que lamentarse, que no les asiste el derecho a fracasar y que la autocomplacencia exhibida por algunos gobiernos podría propiciar la desaparición del G-20.

El grupo de los 20 solicitó al Consejo de Estabilidad Financiera la proposición de las medidas necesarias para extender el campo de la regulación a las zonas de sombra de las finanzas internacionales, principalmente al shadow banking, laberíntico y complejo de estructurar. Los reguladores -comparables con la línea Maginot: inexpugnable en sí, pero fácil de eludir- deberán examinar con paciencia benedictina los riesgos que produjeron los recientes desarrollos tecnológicos de los mercados.

La imagen se impone a quien considera el crecimiento tan rápido de las finanzas paralelas, de origen no bancario, pero comportando también un riesgo sistemático. Esa delimitación de fronteras entre las dos finanzas se anuncia tan crucial como delicada.

Fuente: La Nación