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Obama arremete ahora contra los bancos ‘demasiado grandes para caer’

viernes, 22 de enero de 2010

Tras el reciente impuestazo al sistema financiero, el presidente de EE.UU. volvió a la carga contra Wall Street al impulsar restricciones tanto al tamaño como a las actividades de los bancos. Las propuestas podrían terminar con el liberalismo bancario que impulsaron Clinton y Greenspan en los noventa

 A un año de iniciada su gestión y en momentos en que su ascendiente político está en baja –acaba de sufrir un revés electoral importante en el Congreso y su reforma de salud sigue en la cuerda floja– el presidente de EE.UU., Barack Obama, volvió a arremeter ayer contra Wall Street. Después de haber anunciado hace pocos días un impuestazo para las entidades financieras, Obama hizo ayer otro guiño al irancundo contribuyente estadounidense y subió la apuesta al asegurar que impulsará una batería de regulaciones para restringir el tamaño y las actividades de los bancos. Los objetivos de las nuevas medidas son dos: evitar que las entidades vuelvan a involucrarse en negocios riesgosos –como los que causaron la crisis de las hipotecas subprime– y poner un límite al tamaño de los bancos, para que éstos no se conviertan en empresas “demasiado grandes como para dejarlas caer”.

“‘Tenemos que promulgar reformas de sentido común, que protejan a los contribuyentes y a la economía estadounidense de las crisis futuras”, dijo el mandatario. Los anuncios no fueron bien recibidos por los mercados, que cerraron su segundo día seguido de caídas pronunciadas. El Dow Jones cayó 2% y contagió a los principales indicadores de todo el globo. El Bovespa brasileño perdió cerca de 3% (ver pág. 4), y el Merval se anotó un rojo de 0,48% (ver pág. 2).

Obama busca terminar con la liberalización del sistema financiero que impulsó la administración de Bill Clinton –con Alan Greenspan al frente de la Reserva Federal– en 1999 y volver a las normas que regían a los bancos de EE.UU. una década atrás. Para ello, intentará que el Congreso apruebe tres reformas clave. Primero, quiere prohibir que los bancos puedan invertir su propio dinero en los mercados financieros. Estas operaciones, llamadas “proprietary trading”, han creado una interminable lista de conflictos de intereses, dado que “mezclan” las inversiones del banco con las de sus clientes.

Segundo, Obama busca que ninguna entidad pueda ser propietaria de un fondo de riesgo (“hedge fund”). Y en tercer lugar, el mandatario quiere imponer límites más estrictos al tamaño de los bancos. Desde 1994, las entidades no pueden tener más del 10% del total de los depósitos garantizados por la FDIC (una especie de fondo de garantía, que respalda las colocaciones individuales por hasta u$s 250.000). Ahora, la Casa Blanca quiere que ese límite se aplique a los demás depósitos y a la gran mayoría de sus activos. Esta última medida pondría en jaque a varias de las entidades más importantes de EE.UU. Citigroup, Bank of America y JPMorgan alcanzan o superan el límite del 10% de los depósitos totales.

La normativa de Obama tiene poco y nada de novedosa. En 1933, durante la Gran Depresión, el Congreso ya había separado la banca de inversión de la banca comercial: ésa fue una de las provisiones fundamentales de la Ley Glass-Steagall (que toma su nombre de los dos legisladores, Carter Glass y Henry Steagall que la promovieron).

En 1999, 66 años después, la Ley Gramm-Leach-Bliley anuló esas provisiones. Fue el triunfo de un movimiento liberalizador del sector bancario capitaneado por el entonces presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, y el secretario del Tesoro hasta 1998, Bob Rubin –quien más tarde se convirtió en presidente del Citi–. El resultado fue la creación de “supermercados financieros”, que realizaban banca comercial minorista, de inversión y también tenían aseguradoras.Ahora, los supermercados financieros podrían desaparecer. Sin embargo, la propuesta de Obama –ideada por el predecesor de Greenspan en la Fed, Paul Volcker– aún tiene que ser aprobada por el Congreso. Y el mercado deberá evaluar quién gana y quién pierde con esta regulación, algo que todavía no resulta del todo claro.

Fuente: El Cronista