LO QUE ESTÁ EN JUEGO EN ESTE PELEA MONETARIA ES CÓMO SE GESTIONARÁ EL AJUSTE ECONÓMICO INTERNACIONAL

Estados Unidos ganará la guerra cambiaria global

viernes, 15 de octubre de 2010

En lugar de cooperación sobre los ajustes de las tasas de cambio y las cuentas externas, EE.UU. busca imponer su voluntad, a través de la emisión sin límites de dólares

Las monedas dominaron las reuniones de este año del Fondo Monetario Internacional. Más precisamente, dos monedas lo hicieron: el dólar y el yuan. la primera porque se la considera demasiado débil y la última, demasiado inflexible. Pero, detrás las peleas, hay un desafío enorme: cómo gestionar el ajuste económico global.

En su prefacio al nuevo Panorama Económico Mundial, Olivier Blanchard, asesor económico del FMI, afirma: “conseguir una recuperación global fuerte, equilibrada y sostenida nunca iba a ser sencillo (...) Exige dos actos de reequilibrio económico fundamentales y difíciles”.

El primero es un rebalanceo interno: es volver a depender de la demanda privada en países avanzados y una disminución de los déficit fiscales que se abrieron en la crisis. El segundo es un rebalanceo externo: que EE.UU. y otros países avanzados dependan más de las exportaciones netas y que algunos países emergentes, en especial China, dependan más de la demanda interna. Desafortunadamente, concluye el profesor Blanchard, “estos dos actos de rebalanceo se están produciendo con demasiada lentitud”.

Este rebalanceo tiene dos dimensiones. Primero, los países de alto gasto y alto déficit deben desapalancar sus sectores privados. Segundo, los tipos de cambio reales de economías con posiciones externas robustas, oportunidades de inversión fuertes, o ambas, deben apreciarse, mientras la expansión de la demanda interna compensa el lastre consecuente de las exportaciones netas.

Una política monetaria agresiva de países emisores de monedas de reserva, en especial Estados Unidos, es un elemento en ambos procesos. Los gritos de dolor que hoy se escuchan en todo el mundo, a medida que los mercados hacen subir las monedas frente al dólar, refleja en parte el impacto desparejo de la política estadounidense. Más aún, reflejan la obstinada resistencia a aceptar los cambios necesarios; cada país que recibe capital trata de desviar el ajuste indeseado a otros lugares.

En palabras crudas, EE.UU. quiere inflar al resto del mundo, mientras que éste trata de desinflar a EE.UU. Y debe ganar, puesto que tiene municiones infinitas: no hay límites a los dólares que puede crear la Reserva Federal. Lo que hay que discutir son los términos en que se rinde el mundo: los cambios necesarios en los tipos de cambio nominales y las políticas internas en todo el mundo.

Su actual inflación baja y en descenso puede ser calamitosa. En el peor de los casos, la economía norteamericana puede sucumbir a la deflación de la deuda. Los rendimientos e inflación estadounidenses ya están siguiendo el camino de Japón en los ’90, La Fed quiere detener esta tendencia. Es por eso que parece inminente otra ronda de emisión monetaria.

En pocas palabras, las autoridades estadounidenses harán lo que se necesite para evitar la deflación. De hecho, a la Fed no le preocupa que significa ese esfuerzo para el resto del mundo.

Las consecuencias globales son evidentes: la política elevará los precios de activos de largo plazo y animará el flujo de capitales hacia países con políticas monetarias menos expansivas (como Suiza) o retornos más altos (como las economías emergentes). Esto es lo que está pasando. El Instituto de Finanzas Internacionales con sede en Washington prevé que las economías emergentes recibirán ingresos netos de capital extranjero superiores a u$s 800.000 millones en 2010 y 2011. Los receptores de la entrada de capitales, sean países avanzados o emergentes, deben tomar decisiones incómodas: permitir que el tipo de cambio se aprecie, por lo que cae su competitividad externa; intervenir en los mercados cambiarios, acumulando dólares indeseados y amenazando la estabilidad monetaria interna y disminuyendo la estabilidad externa; o limitar la entrada de capitales, a través de impuestos y controles. Históricamente, los gobiernos combinaron los tres. Sucederá lo mismo en esta ocasión.

El profesor Blanchard tiene razón: los ajustes futuros serán muy difíciles; y apenas han comenzado. En lugar de cooperación sobre los ajustes de las tasas de cambio y las cuentas externas, EE.UU. busca imponer su voluntad, a través de la imprenta. Estados Unidos ganará esta guerra, de un modo u otro: inflará al resto del mundo u obligará a subir sus tasas nominales frente al dólar. Desafortunadamente, el impacto será disparejo; las economías menos protegidas (como Brasil o Sudáfrica) se verán obligadas a ajustarse y otras, protegidas por controles cambiarios (como China) serán capaces de manejar mejor el ajuste.

Sería mucho mejor para todos buscar un resultado cooperativo. Tal vez los líderes del Grupo de los 20 hasta sean capaces de usar su “proceso de evaluación mutua” para lograr eso. Su cumbre de noviembre en Seúl es la oportunidad. De la necesidad, no hay duda. De la voluntad, las dudas son muchas. En lo peor de la crisis, los líderes se unieron. Ahora, la Fed está a punto de colgarlos por separado. 

Fuente: El Cronista